miércoles, 1 de junio de 2011

Mi elección


Desde la periferia de Nairobi, donde actualmente vive, una comboniana peruana cuenta porqué ha decidido emprender el camino misionero y como se está desarrollando la aventura que comenzó cuando aún era niña.

De niña no me gustaba mucho ir a la escuela, prefería quedarme en casa a jugar. Un día, un misionero capuchino de paso en nuestra parroquia nos contó su experiencia en una selva de Perú. Sus narraciones me impactaron hasta tal punto que, al final de una lección, en la que nos había hablado de niños pobres, enfermos, privados de todo consuelo, le dije que quería ser misionera. Padre Bruno me miró amorosamente y me dijo que tendría que estudiar y comprometerme a ser una niña buena, si quería seguir ese camino. Fue un acicate para mi y desde ese día comencé a estudiar más…

A la edad de 15 años no había todavía encontrado una congregación misionera, conocía solo comunidades religiosas que trabajaban en las escuelas y en los hospitales de Lima, mi ciudad. Decidí entonces elegir a las religiosas presentes en mi escuela, pero estas me dijeron que era demasiado joven y que antes tenía que formar parte de un grupo juvenil, tener novio y esperar ¡hasta los 18 años! Quedé muy desilusionada. La religiosa a la que me había confiado le refirió a mi madre mis intenciones, pero mis padres querían para mí un título universitario. No fue un período fácil; me alejé de la Iglesia, pero junto a otros jóvenes universitarios comencé visitar los “pueblos jóvenes” para echar una mano.
En esos años la Iglesia latinoamericana había hecho un cambio radical, había elegido trabajar directamente estando junto a los pobres. Sostenida por la fe de la gente pobre de mi País, regresé a frecuentar la iglesia y a dar una contribución activa en la catequesis juvenil. Fue entonces que encontré primero a los combonianos y a través de ellos a las combonianas. Escuchando sus testimonios de vida misionera me hice su amiga y después de un poco de tiempo, pedí por formar parte de la familia de Comboni. No fue todo fácil, porque los míos no querían, pero con paciencia y perseverancia conseguí convencerles de que este era mi camino.
Finalmente en África
En Ecuador tuve la posibilidad de completar el tiempo de la primera formación, después partí para Inglaterra, donde por dos años estudié misionología. Luego finalmente, la partida para África y, precisamente Kenya. Era realmente feliz. Desde entonces, era el 1992, han pasado muchos años, vivido en diferentes comunidades, entre experiencias y desafíos distintos. Hubo también un tiempo de enfermedad y de un servicio en el campo de la animación misionera y en la pastoral de los migrantes, primero en Perú y luego en España.
En el 2007 regresé a Kenya y desde entonces me encuentro en Kariobangi, en la periferia de Nairobi. En la comunidad somos seis: tres italianas, una española, una ugandesa y una peruana. Yo trabajo en la pastoral juvenil, en la familiar y con las comunidades de base. Además estoy comprometida en llevar adelante dos proyectos: el “Pro-life” (promoción de la vida) y el acompañamiento de las jóvenes comprometidas en la escuela para peluquería y estética.
El segundo proyecto es resultado del primero. En efecto, hemos comenzado con el “Pro-life” para asistir a las chicas- madres, luego hemos comprendido la necesidad de ayudar a estas mujeres en la no fácil empresa de hacerse autosuficientes emocionalmente, socialmente y también económicamente. Es impresionante el compromiso de las mujeres de la comunidad, las condiciones de las chicas que quieren abortar porque tienen problemas familiares, o que han sido echadas a la calle por sus padres arriesgándose a ser violadas. A veces las mismas chicas del proyecto acogen a otras jóvenes en su casa, mientras que, como grupo, buscamos la mejor solución para cada una de ellas.
Las –chicas-madres reciben una formación completa, que toca varios aspectos: humano y espiritual, social, psicológico y sanitario. Este recorrido les da confianza en si mismas y las prepara a ser mujeres capaces de cuidarse a si mismas y del futuro de sus hijos. Queremos que la gente comprenda que tener un hijo fuera del matrimonio no es el fin del mundo y que las chicas pueden continuar y terminar los estudios, o bien participar activamente en uno de nuestros proyectos de promoción humana. Cuando vemos que las jóvenes son responsables, les damos la posibilidad de comenzar una actividad, a través del microcrédito.
Gran parte de los esfuerzos que llevamos adelante como equipo pastoral  se centra en  la educación y la formación en la dignidad y la conciencia del propio valor, porque llegan a nosotros  mujeres y hombres que están profundamente heridos, y por consiguiente les cuesta trabajo interactuar y tener de nuevo confianza en la vida.

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