Patricia nos cuenta cómo, junto a su marido, se ha dejado "tocar" por el Hogar de Jesús Caminante y la gente que acude allí. Éste es su relato:
"Jesús Caminante” es un hogar para gente de la calle. Desde hace 3 años acudimos Pablo y yo los sábados (mínimo 2 al mes) a colaborar aunque recibo más que doy. El hogar me ha ayudado mucho a comprender a estas personas que a menudo nos encontramos por la calle y que nos hacen sentir más miedo o temor al daño que podrían causarnos, que dolor por ver en ellos a Jesús sufriente. Personas cuya presencia en nuestras calles nos desagrada por el mal efecto estético, y a las que muchas veces miramos pero no vemos, oímos y no escuchamos. Diría incluso personas a las que se les ha negado su dignidad. Esta experiencia me hace preguntarme ¿cuantas veces dejo de ser buen samaritano?¿cuantas veces paso al lado de estas personas y mi mirada no es compasiva, o no es esa mirada llena de ternura que tantas veces Jesús dirige en el evangelio, y que incluso la emplea día tras día conmigo? ¿cuantas veces paso de largo? (Lc 10, 25-37) .
El hogar “Jesús Caminante” me ayuda a enamorarme más de esa obra de Dios que es el ser humano. Detrás de cada una de estas realidades, tristes muchas de ellas, por no decir que todas, encuentro unas personas cuyas carencias mas básicas, una vez resueltas las vitales, son las de sentirse amado y escuchado. Se encuentran desde personas cuyas familias les abandonaron en su infancia, a personas que por circunstancias han perdido su trabajo, su casa, su familia y se han visto sin razón lógica en la calle. Una llega a comprender que la supervivencia es básica cuando se vive al límite. La vida en la calle sin poder cubrir las necesidades mas fundamentales, les hace adquirir enfermedades de lo mas extrañas, les hace sentirse vulnerables, desprotegidos, desamparados, desconfiados. Pero seguramente, por mas que piense y trate de ponerme en su lugar, jamas podré saber la dureza de su experiencia puesto que no la he vivido, y hay cosas que a no ser que se vivan, no se conocen. Sin embargo, puedo acercarme a su realidad, hacerme eco de su sufrimiento. Pienso en estas personas y recuerdo que: “...vosotros sois templo de Dios vivo...” (1Cor 3, 16-23); también ellos lo son.
Me cuestiono y siento que no puedo quedar indiferente, que mi ser católico va mas allá de ser una buena madre para los hijos que Dios me de, mas allá de ser una buena esposa. Recuerdo la cita que dice: “Os aseguro que cada vez que no lo hicisteis con uno de éstos, los humildes, tampoco lo hicisteis conmigo" (Mt 25,31-46) y entiendo que, para mi, estar enamorada de Jesús pasa por algo mas en el día a día. Y por supuesto, esta experiencia hace que me sienta agradecida a Dios por cada una de las cosas que tengo cada día, desde la ropa limpia, la ducha, el agua, la posibilidad del aseo diario, el calor de hogar...y un sin fin de cosas mas.
Patricia lo ha subido a su blog "Por un mundo feliz"
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