Ayer vi la película documental "Bebés", en la que se narra visualmente y sin ningún diálogo, la vida de cuatro bebés desde que nacen hasta que cumplen un año. Sus protagonistas son Ponijao, de Naminia; Bayar, de Mongolia; Mari, de Japón y Hattie de Norteamérica.
El subtítulo de la película es "Todo el mundo quiere a los bebés" y, la verdad, bastaba vernos a mis padres y a mí soltando nuestros "¡ooh!" tiernos y amorosos cuando veíamos a los cuatro bebés desenvolviéndose en sus bien distintos día a día, para dar por cierta tal afirmación. Y también cómo, a pesar de las diferencias de todo tipo que los rodeaban, los cuatro parecían disfrutar y asombrarse con aquello que tenían a mano. Cómo los momentos de intimidad entre madre e hijo se asemejaban hasta casi parecer calcos unos de otros.
A mí me sigue asombrando, incluso después de estar medio año en una guardería, cómo nuestras personalidades pueden verse venir desde que somos bebés. Bayar, el bebé de Mongolia, parecía un tipo esencialmente feliz, optimista y capaz de mantener la compostura se encontrara en mitad de las vacas o embutido en las mantas que le ponía su madre. Mari, la japonesa, no aguantaba la menor frustración y se enrabietaba cuando no conseguía lo que quería. Ponijao era sonriente y capaz de sacar provecho de cualquier situación. Y Hattie, reflexiva, despierta y sobrestimulada. Ponijao y Bayar tenían que buscarse las habichuelas por su cuenta, Mari y Hattie les bastaba mover una ceja para tener a toda la familia alrededor. Los dos primeros luchaban con hermanos mayores, las niñas eran hijas únicas. Pero para los cuatro, fue todo un esforzado logro ponerse de pie y dar sus primeros pasos.
Pienso también en todas las noticias que últimamente han llenado los telediarios de España: madres que han matado a sus bebés, a golpes, poco a poco o metiéndolos en el microondas. Como en los cuentos más tétricos y crueles de los hermanos Grimm. Y pienso, también, en todos esos niños que tienen que sobrevivir en familias para los que son un cero a la izquierda y los gritos son el pan de cada día.
Supuestamente..."todo el mundo quiere a los bebés".
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