lunes, 26 de marzo de 2018

Ludoteca misionera

Para la ludoteca de este mes de marzo os compartimos un poco de música. El grupo Afroféminas nos propone en esta entrada 10 artistas africanas para introducirnos a este fantástico mundo musical.


lunes, 19 de marzo de 2018

Frase misionera del mes

Este mes os traemos esta frase del misionero Leo Ramos, que resume el valor de la solidaridad misionera frente a la caridad sin compromiso.


viernes, 16 de marzo de 2018

Perseguidos


"Cuando salí de Senegal, salía con la cabeza llena de sueños. Llegué a España con la cabeza llena de sueños. Ahora tengo la cabeza llena de miedos" Lebón (pseudónimo de migrante senegalés en la transcripción de su testimonio)

Nos llega una triste noticia, Mbaye Ndiaye ha muerto en Madrid tras ser perseguido por la policía en una redada. Ndiaye era senegalés, tenía 35 años y llevaba 14 en España. Era vendedor ambulante, y según los primeros testimonios, fue perseguido por la policía desde Sol hasta el barrio de Lavapiés (C/ Mesón de Paredes), donde ha sufrido un infarto y, a pesar de los esfuerzos del SAMUR, ha fallecido. Estos hechos aún no tienen versión oficial. Pero más allá de los detalles que se esclarezcan en los próximos días, deja en evidencia las condiciones a las que se ven forzadas a vivir las personas migrantes.  Perseguidas.
Vecinos de Lavapiés encienden velas en el lugar de fallecimiento de Mbaye Nsiaye
(Fuente: @fanetin)

Pensar en Mbaye Ndiaye, me hace pensar en Pierre Osar, compañero de camino de un día de 2011 por Senegal, en una aldea llamada Ndiemane. Tras una tormenta que dejó atrancados los todoterrenos en el fango, tocó hacer una caminata hasta el pueblo. Varios jóvenes llegaron para sacar las ruedas del barro y llevar las mochilas en carretas tiradas por mulas. Uno de ellos era Jean Pierre. Con un poco de su inglés que había aprendido en la escuela, y con un poco de mi francés que había aprendido en el colegio, fuimos recorriendo el camino entre baobabs. Su sueño era ser informático, y no lo tenía fácil en la aldea así que había ido a la ciudad. Esos días estaba en la casa de sus padres ayudándoles con la cosecha, pero que ya casi no daba para cubrir los gastos. Quería emigrar a España para trabajar y poder enviar dinero a su familia. No sé si consiguió asentarse en la ciudad, si consiguió evitar un viaje inhumano. No lo sé, desde entonces no he sabido nada de él, el correo que me apuntó en un papel bajo la lluvia debía tener alguna errata que lo hacía inválido. Hago mías las faltas. Pienso en Pierre, siguiendo un sueño, perseguido por la necesidad.
Con Pierre Osar en Ndiemane (2011)
Pensar en Mbaye Ndiaye, me hace pensar en Serigne. Senegalés de 42 años, residente en España desde hace trece. Quien compartió su testimonio en la Jornada de Migraciones Climáticas, empujado a lanzarse al mar en una patera por el expolio de los recursos pesqueros por parte de multinacionales, que abastecen nuestros supermercados. Hago mías las faltas. Pienso en Serigne, siguiendo un sueño, perseguido por el despojo.

Pensar en Mbaye Ndiaye, me hace pensar en todos esos migrantes con los que convivimos en nuestro día a día. Esas miradas hacia otro lado, esas miradas de recelo. Esas palabras ausentes, esas palabras condenatorias. Hago mías las faltas. Pienso en Ndiaye, siguiendo un sueño, perseguido por los prejuicios.

“ Hago mías las faltas. Siento en mí a cuantos sufren
y canto respirando.
Canto, y canto, y cantando más allá de mis penas
personales, me ensancho 
Gabriel Celaya (La poesía es un arma cargada de futuro)

Íñigo Vitón García



lunes, 12 de marzo de 2018

Experiencia misionera en Malindi

Soy una joven de 26 años, que siempre he tenido el deseo de conocer el mundo de las misiones. En mi interior ha existido la inquietud de ver cuál podría ser el camino en mi vida. 

He tenido un trabajo y una vida muy buena que Dios me ha estado regalando. Pero esta inquietud, por momentos se hacía más grande. Era como una fuerza interior que me impulsaba a descubrir lo desconocido, a ver los diferentes caminos que hay en la misión, a conocer otras costumbres y realidades, etc. Ya no es sólo el deseo de ir a ayudar a los demás, sino es el hecho de estar entre la gente, compartir costumbres, hábitos, recursos, alegría y felicidad.
Maribel, en el centro, con la comunidad comboniana
He tenido la oportunidad de ir a Adu (Malindi), situado en Kenya (África), donde he podido conocer a una comunidad cristiana de combonianas, quienes me acogieron como una más, y a unas familias que me han dejado huella. En Adu la gente no tiene muchos recursos, viven prácticamente en cabañas, recogen el agua de la lluvia para beber, se alimentan de la agricultura y ganadería. A pesar de todo esto, la gente desprendía felicidad, emoción que brilla por su ausencia en la sociedad en la que vivimos. Una cosa que puedo remarcar es el amor con el que l@s misioner@s hacen las cosas en la misión. Es sentirse querid@s por Dios, y así, poder querer a los demás, a los más pobres, sin esperar nada a cambio. Sólo es ver cómo van progresando, dando un poco de esperanza a sus días. También he podido observar el concepto de vida que tiene la gente en África, al menos las personas que he conocido. Un alma transparente, gente que se vuelca por aquellos que se acercan queriendo hacer el bien, gente acogedora, capaces de compartir con el huésped todo lo que tienen, cuando a veces solo tienen para comer una vez al día. Es impresionante la dimensión de la acogida que pueden llegar a hacer estas personas. 

Esta experiencia para mí ha tenido, y tiene, un significado. Por una parte, la oportunidad de haber podido ir y conocer el mundo de la misión en una comunidad cristiana de combonianas, a penas en sus inicios, en un poblado muy precario donde los recursos son escasos y donde existe una cultura muy diferente. Todo esto es un regalo y el sentimiento que tengo es de agradecimiento. Esto permite abrir los ojos del corazón y la mente para ver la vida desde otro punto de vista, a ser más consciente de la realidad, a saber valorar y apreciar cada momento y cada cosa que tenemos. 

Por último, me gustaría compartir lo que esta experiencia está significando en mi vida. La razón es porque podría ser un camino de vida en el cual me sienta llamada. Si no es así, he podido conocer desde cerca otros caminos dentro de la misión en los cuales puedo sentirme llamada a ellos. En este momento de mi vida, he retomado mi vida anterior, ejerciendo la profesión que tanto me gusta: Enfermería. Esto también me ayuda para este camino de discernimiento en el que me encuentro. 

Ante todo esto, me gustaría concluir diciendo que, una de las cosas que me ha enseñado esta experiencia y que grabo en mi corazón es: “Esperar y tener paciencia porque todo llegará a su tiempo; y lo que llegue vendrá con Paz y Amor”. 

Pues Jesucristo espera, es paciente, y viene justo en el momento necesario, regalando la Paz interior y el Amor. 

Maribel

lunes, 5 de marzo de 2018

Pon tu mano en mis ojos

Este mes os traemos esta bella oración de Florentino Ulibarri:

Pon barro y saliva,
y tu mano humana y divina,
en mis ojos para que tengan vista

Pon tu mano en mis ojos miopes,
para que puedan mirar más allá
de la costumbre, la familia y la comunidad,
y ver al hambriento, al sediento, a los siempre pobres.

Pon tu mano en mis ojos endurecidos
por el paso de los años y los fracasos,
para que se transformen
en ojos emocionados, capaces de llorar.

Pon tu mano en mis ojos cansados,
que no alcanzan a distinguir bien cosas y personas,
para que adquieran juventud y claridad
en este mundo convulso y cambiante.

Pon tu mano en mis ojos enfermos,
mal acostumbrados y poco cuidados,
para que recuperen la salud
y puedan ver sin engaño en plenitud.

Pon tu mano en mis ojos heridos
por tantos golpes, luces y fogonazos
que han recibido de la vida
cuando intentaban verla en profundidad.

Pon tu mano en mis ojos vacilantes,
que no saben detenerse y reconocer
lo que ante ellos emerge con novedad
dejándome siempre perplejo y vacilante.

Pon tu mano en mis ojos superficiales,
que pasan rápida y febrilmente
por todo lo que encuentran y se les ofrece,
pero evitan encuentros y compromisos estables.

Pon tu mano en mis ojos ciegos,
clausurados a la vida y a la luz,
para que vuelvan a ver la vida y tus signos
con paz, ilusión y movimiento.

Pon barro y saliva,
y tu mano humana y divina,
en nuestros ojos para que tengan vista.
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