domingo, 21 de noviembre de 2010

De igual a igual





Soy bolita en Italia,
soy colombo en Nueva York,
soy sudaca por España
y paragua de Asunción

Español en Argentina,
alemán en Salvador,
un francés se fue pa' Chile,
japonés en Ecuador

El mundo está amueblado
con maderas del Brasil
y hay grandes agujeros
en la selva misionera

Europa no recuerda
de los barcos que mandó
Gente herida por la guerra
esta tierra la salvó

Si me pedís que vuelva otra vez donde nací
yo pido que tu empresa se vaya de mi país
Y así será de igual a igual
Y así será de igual a igual

Tico, nica, el boricua,
arjo, mejo, el panameño
hacen cola en la Embajada
para conseguir un sueño

En tanto el gran ladrón,
lleno de antecedentes,
si lo para Inmigración
pide por el presidente

Los llamados ilegales
que no tienen documentos
son desesperanzados
sin trabajo y sin aliento

Ilegales son los que
dejaron ir a Pinochet
Inglaterra se jactaba
de su honor y de su ley

Pajaritas de papel


Para Marcela y todas las soñadoras que, gracias a Dios, hay repartidas por el mundo

Por el año que vivimos juntas, por los fuegos artificiales, las posibilidades, los encuentros y despedidas, por tu sonrisa, por el "ah, ¿pero tú también?", por las horas en tu cuarto de la esquina, por los secretos, por la Pascua y la caja de mariquitas, por Zambia, por Haití, por los cafés.

Por las pajaritas de papel.
Keep on dreamin'!


viernes, 19 de noviembre de 2010

Lo posible



Sabes, pasó.

Sin más. O quizás con todo lo demás.

De repente, el mundo parece ancho y posible y yo estoy en él.

Y todos mis esfuerzos,
mi resistencia
los miedos
se han abierto de par en par y te han dejado pasar.

Desde luego, no he sido yo.
Así que supongo que habrás sido Tú.

Me siento sentada a la mesa, abriendo regalos sin parar, desempaquetando cajas con lazos de colores en el día de mi "Feliz-no-cumpleaños".

Y tengo tantas ganas de bailar...


jueves, 18 de noviembre de 2010

Olvidados por casi todos


En la revista 21 hemos encontrado este artículo sobre la difícil situación de los beduinos, en el desierto de Judea, abandonados tanto por palestinos como por israelíes. Las misioneras combonianas tratan de darle un futuro mejor a través de la educación.


Nos encontramos en pleno desierto de Judea, en el área geográfica comprendida entre Jerusalén y Jericó; en el lugar que los Acuerdos de Paz firmados en Oslo entre palestinos e israelíes denominaron “Zona C”. Allí, en terrenos desérticos e inhóspitos, donde el calor del verano es sofocante y el frío del invierno llega a ser helador, habita marginada, tanto por las autoridades palestinas como por las hebreas, la comunidad de beduinos Jahalin.
Su vida transcurre en un territorio degradado, que a menudo alberga los vertederos de basura a cielo abierto de los barrios árabes de Jerusalén Este. Las haimas y las barracas de precaria construcción son los únicos edificios permitidos en un lugar donde la construcción está terminantemente prohibida desde 1993. La mayoría de las chabolas carecen de agua corriente, de luz eléctrica y de servicios higiénico-sanitarios.

Estas circunstancias, unidas a los altos índices de pobreza, de paro y de discriminación hacen mella fundamentalmente en el sector más vulnerable de la población: los niños más pequeños, que se ven imposibilitados para asistir a la escuela infantil, y que, para estudiar en las escuelas de la UNRWA (Agencia de las Naciones Unidas para los Refugiados Palestinos), situadas a 30 km, deben buscar quien les transporte cada día poniendo en riesgo sus vidas en las cunetas de carreteras con tráfico intenso.


En el año 2008, las misioneras combonianas comenzaron a trabajar con los beduinos Jahalin. El suyo es trabajo arduo, en el que diariamente han de sortear infinidad de dificultades. Su dedicación, que a veces no es bien comprendida, tiene como única finalidad colaborar con los más desfavorecidos.

Las hermanas combonianas han hecho de la educación de los más pequeños una prioridad, y con ayuda de diversas organizaciones civiles y religiosas, como un grupo de arquitectos de la ONG italiana “Vento di Terra”, jóvenes voluntarios hebreos canadienses o los Rabinos israelíes por los Derechos Humanos (RHR-il), lograron levantar una de las escuelas más peculiares que probablemente haya existido nunca: un edificio con cuatro aulas espaciosas, un despacho para la administración, patio y servicios, construido con 3.000 neumáticos rellenos con tierra. La escuela ha sido reconocida por el Ministerio de Educación de la Autoridad Palestina, pero ha desafiado la estricta prohibición de edificar en la zona. Mientras esperan la resolución de los tribunales, que podrían ordenar su demolición, en el colegio se imparten clases con total normalidad.

Tras esta escuela han llegado las de los más pequeños. Las maestras beduinas y los miembros de la comunidad Jahalin denunciaron la casi nula preparación de los alumnos que ingresaban en los cursos de primaria. Pero para estos pequeños no había escuela infantil. Y las condiciones de la zona incrementaban las dificultades a las que normalmente se enfrentan los más desfavorecidos a la hora de escolarizar a sus hijos: el bajo rendimiento escolar y la alta incidencia de absentismo y abandono, sobre todo entre las niñas, debidos a la carencia de habilidades sociales necesarias para seguir la disciplina y el ritmo de la escuela.

Finalmente, se llegó al acuerdo de acondicionar la mínima infraestructura existente (tiendas y barracas compatibles con las restricciones de construcción) y establecer una red de escuelas infantiles en los campamentos beduinos, capaces de albergar, en una primera fase, a 120 niños y niñas. Además, se daría formación a 10 jóvenes maestras beduinas en el centro Al Sabah de Jerusalén Este, en cursos intensivos de educación infantil de tres meses de duración.

La hermana Alicia Vacas, dirigió su petición de ayuda a Manos Unidas, que, tras estudiarla y valorarla, decidió hacerse cargo del establecimiento de esta red de escuelas infantiles en los campamentos beduinos de Anata, Khan Al Ahmar, Al Jabal, Wadi Abu Hindi y Abu Nawar, y de la formación de las maestras.

Manos Unidas se ha sumado con entusiasmo a este proyecto destinado a mejorar la vida de los niños beduinos Jahalin, niños víctima de un conflicto que ellos no han provocado y que dura ya demasiado tiempo.

En la aprobación de sus proyectos Manos Unidas no hace ninguna distinción por raza, religión o país y únicamente tiene en cuenta el bienestar y el desarrollo de los más desfavorecidos, en este caso, los niños.


martes, 16 de noviembre de 2010

Yo te saludo, África


Cuando el viajero recorre por primera vez los caminos de Centroáfrica, no puede evitar quedar sorprendido por la intensidad que llegan a adquirir los intercambios de saludos con las gentes a las que encuentra. Si atraviesa el país en coche, bastará un sencillo movimiento de manos alzadas para que los lugareños, al borde del camino, reconozcan el gesto y lo devuelvan multiplicado, mediante un sonoro y risueño «Merciiiii!», mientras el vehículo continúa avanzando sin remedio sobre la tierra ocre y los ecos del agradecimiento se pierden en el aire. Si, por el contrario, transita a pie, contará con algunos segundos más para mirar a los ojos de la persona con la que se cruza y, aun sin conocerla, dirigirle en lengua sango un sencillo «Bara ala» (Yo le saludo), que seguramente desencadenará parecida reacción.

En ambos casos, lo habitual es que el viajero se sienta gratamente reconfortado por los benéficos efectos de su voluntad de acercarse, tímidamente siquiera, a quienes siempre tuvo tan lejos. Es difícil que ese «Merciiiii!» no llegue a sus oídos con una mezcla de calidez y reconocimiento. Quienes lo pronuncian parecen hacerlo con tanta alegría como sorpresa: los has mirado, los has identificado, los has hecho visibles, los has traído a tu vida por un instante.

Pongamos ahora que el viajero es, además, un cooperante o un misionero. Alguien que llega a servir, a ofrecer su tiempo y sus manos entre aquellos que ya le anticipan su gratitud. ¡Qué mejor manera de arrancar su experiencia, de saberse acogido, de creer que el primer paso está dado! La anécdota, sin duda, resultará hermosa entre las fotos que en Europa todos aguardan: las del mercado caótico y bullicioso con telas de mil colores colgando de cada puesto, las de los niños sonrientes de mirada traviesa, las de los atardeceres que hacen arder la selva de naranja. Las que yo también envío, de cuando en cuando.

¿Porque esto es África?

No, las cosas no son tan sencillas. Afortunadamente.

Alguien especial me prometió, unos meses antes de venir, que África iba a modelarme, que me haría regresar distinto. Lo que no me recordó, lo que me permitió descubrir por mis propios medios, es que, para modelar el barro, es preciso primero derretirlo, deshacerlo. Des-hacerlo. Es decir, acabar con aquello que ya parecía hecho, perfilado, terminado… para volver a empezar. Para recrear lo que se había secado y fosilizado, humedeciéndolo y dándole nueva forma.

Yo me des-hago un poquito en este rinconcito del mundo cada vez que siento la derrota de mi cuerpo y de mis fuerzas, las que yo creía tan a prueba de casi todo. El calor húmedo y sofocante, el acecho de las enfermedades, la vulnerabilidad de tus defensas ―que todavía han de tomar la medida a la nueva latitud―, ese sutil pero incesante cansancio que acompaña invariablemente tus pasos a lo largo del día… son como gotas de agua que, cayendo desde lo alto, van horadando poco a poco tus rocosas seguridades, ¿tu pétrea vanidad? Te ponen a ras de suelo, te vuelven del color de la tierra, curan tus expectativas, relativizan tus agobios ―¿qué significará entonces cargar con la cruz del sida?― y te dejan desnudo ante tu humilde condición: no lo puedes todo, eres barro frágil, ahora no tienes que «hacer»: sólo «déjate hacer».

Y sí: yo me des-hago otro poco en este rinconcito del mundo cuando recojo la admiración con la que otros miráis mi presencia aquí, esta apuesta a ojos cerrados, y pongo en el otro platillo de la balanza la infinita pequeñez con la que afronto cada jornada mis quehaceres y mis silencios. Lo que cuentas es que viniste a vivir entre los más pobres de la tierra y lo que vives, sin embargo, tiene exceso de comodidad y poco de desprendimiento, mucho de fatiga y bastante menos de entrega a fondo perdido. Cada vez que acojo falto de paciencia y de ternura a uno de esos niños que, por decenas, vienen desde el amanecer a nuestra puerta para pedir un poco de agua o un cuaderno; cada vez que prefiero quedarme plácidamente encerrado en casa, en vez de salir al encuentro de quienes hoy serán olvidados por casi todos; ¿no escojo, en el fondo, seguir buscándome a mí mismo, por mucho que envuelva tal búsqueda en los atrayentes colores de la solidaridad? Definitivamente, la vasija que soy, la que ha de ir desmigajándose para que el Señor pueda modelar algo nuevo, ha llegado a África sobrada de grietas.

También me des-hago, cómo no, al experimentar en propia carne lo que significa ―aun en mi privilegiada condición― ser el distinto: el que pudo pagarse el largo viaje hasta aquí, el que a duras penas todavía habla la lengua del pueblo, el que se muestra tantas veces incapaz de comprender la cultura local, el que permanece al otro lado de la frontera… El que tiene, sobre todo, un raro color de piel. El blanco de todas las miradas: acogedoras, curiosas, cotillas, exigentes, burlonas o despectivas; pero siempre inevitables y descaradas. Y sólo a veces ―pero también― el blanco del rencor por una historia no reconciliada: la de aquellos, tan blancos como yo, que antes sojuzgaron este continente colonizándolo brutalmente y ahora lo sojuzgan colonizándolo económicamente. Que ¿no? es lo mismo. Con infinita simplicidad, un muchacho me decía el otro día: «El mundo está mal hecho. Los blancos inventasteis el avión para poder venir aquí cuando quisierais, pero nosotros no tenemos permitido ir donde vosotros». Y yo, pasado el primer trago, daba gracias en lo profundo. Felizmente, alguien venía a recordarme eso que siempre decimos con mayor convicción de la que sinceramente albergamos: que no estamos aquí para salvar a nadie.

Que no nos han llamado, que no nos esperaban, que la vida pasa sin nosotros, que no tiene sentido creernos mínimamente necesarios. Que esto no es un decorado levantado a mayor gloria nuestra y que nadie lo desmontará cuando tomemos el vuelo de regreso. Que somos presencias insignificantes en medio de un sinfín de historias que van y vienen. Que cada una de ellas ya tiene ―y seguirá teniendo― su propio afán. Que no he venido aquí, en definitiva, para modelar ningún futuro ajeno, sino para dejar modelar primero mi barro por Aquel hecho carne entre quienes, a pesar de todo, abren un huequecito para darme la bienvenida al filo de sus luchas, sus penas y sus esperanzas.

…Y me des-hago, ojalá, porque no es justo. Porque todavía no hemos traído a la luz el Reino del amor y la fraternidad por el que cantamos y bailamos festivamente, con gozo inmenso, cada domingo. Porque es imposible no deshacerse, siquiera un poquito.

Este es mi barro. Esta es mi debilidad. Estos son los agujeros y las brechas por los que empieza, tal vez, a derretirse algo de lo viejo. O, por lo menos, éstas son las palabras que intentan contarlo. Sobre ellas navego en este momento hacia mis primeros recuerdos de Centroáfrica, para traer de nuevo a mi corazón los sonoros y risueños «Merciiiii!» con que los lugareños, los que se quedaban al borde del camino, correspondían a mis saludos desde el coche. Para sentir ahora que no era yo quien los reconocía, quien los hacía visibles, quien los acogía con la mirada:

¡Eran ellos conmigo!

Con el pequeñito. Con el frágil. Con el que también necesita ser salvado.

Esto tampoco es África. Pero sí el pedacito de África al que voy dando, poco a poco, sentido. Saberme agrietado, presto a derretirme, me quita muchas etiquetas: la de útil, la de necesario, la de competente, la de experimentado, la de cooperante. La de servidor, incluso. Pero me hace saborear la dicha inmensa de que puedo empezar a sentirme en casa…

Humildemente, a echar raíces.

(Fuente: blog ‘El barro del alfarero’, 12/11/2010)

* Alex Segrelles Cuevas es laico marianista, y trabaja actualmente como voluntario en el Colegio Saint Pierre Claver de la Diócesis de Bangassou (República Centroafricana). Más información en su blog y en la web de la Fundación Bangassou


Lo hemos leído en FAST

lunes, 15 de noviembre de 2010

Rabo de nube




Si me dijeran pide un deseo,
Preferiría un rabo de nube,
Un torbellino en el suelo
Y una gran ira que sube.
Un barredor de tristezas,
Un aguacero en venganza
Que cuando escampe parezca
Nuestra esperanza.

Si me dijeran pide un deseo,
Preferiría un rabo de nube,
Que se llevara lo feo
Y nos dejara el querube.
Un barredor de tristezas,
Un aguacero en venganza
Que cuando escampe parezca
Nuestra esperanza
Silvio Rodríguez


jueves, 11 de noviembre de 2010

Las mujeres en la Iglesia



Lo hemos leído en: http://blogs.periodistadigital.com/religion.php/2010/11/09/el-antisigno-de-las-monjas-que-fregaron-


Es tópico y típico, porque repite y mantiene los estereotipos. El espectáculo de las monjas limpiando el altar de la bellísima Sagrada Familia fue, cuando menos, denigrante. Y me dolió. No por las monjas. Habría cientos dispuestas a aceptar el honor de limpiar el altar en esa ocasión tan solemne. Ni siquiera por el gesto: alguien tenía que limpiarlo. Y es un gesto tan digno, como leer una lectura o tocar el órgano (algo que también hicieron otras dos mujeres). Me dolió por la mala imagen que transmitía y, sobre todo, por lo que la imagen encierra y representa.

Y ya sé que es muy fácil criticar lo obvio, pero no por eso deja de ser necesario. Porque la imagen gritaba. Chillaba a los cuatro vientos del planeta y escenificaba la auténtica situación de la mujer en la Iglesia. 1.100 varones, presidiendo. 4 mujeres y monjas, fregando. En vivo y en directo. A la vista de más de 150 millones de telespectadores de todo el planeta. ¿De quién fue la sublime idea? ¿Nadie pensó en el brutal contraste? ¿No tiene la archidiócesis y el propio Vaticano decenas de expertos, ceremonieros y ayudantes litúrgicos?
Me temo que ninguno de ellos se dió cuenta. Porque, entre otras cosas, lo tienen asumido, lo tienen introyectado. Eso es lo que, desde siempre, hicieron y siguen haciendo muchas monjas. O eso creen ellos, porque la verdad es que, en estos momentos, son auténticos "apóstoles" en la educación, enseñanza, atención a los enfermos, en la oración y entre los más desfavorecidos. Pero muchos eclesiásticos siguen pensando en ellas como las "monjitas" de antaño.
Y eso es lo peor. Que nadie se diese cuenta. Porque gestos como ése, en una sociedad mediática y televisada, pueden triturar y dejar por los suelos incluso los frutos de un viaje papal. Y porque denotan y reflejan a la perfección la auténtica situación de la mujer en la Iglesia católica.

Una situación que, por mucho que quieran justificar, es de marginación absoluta. De negación de sus derechos. De desigualdad radical con el varón. Por simple cuestión de género. ¿Cuándo se reconciliará la Iglesia con la otra mitad del cielo? ¿Cuándo honrará de verdad a María, honrándolas a ellas y permitiéndoles el acceso al altar, no sólo para fregar, sino también para presidir?

Y por mucho que se esfuercen, nadie entiende las alambicadas razones teológicas en contra del sacerdocio de la mujer. Ni el "en persona Christi" ni los demás argumentos, que no tapan lo obvio ni lo explican. Su situación en la Iglesia es de escándalo.

Pronto tendremos que pedir perdón por la situación de la mujer en la Iglesia. A mi juicio, uno de los mayores pecados de la institución en la actualidad. Y el peor de los antitestimonios. Se nos pedirá cuenta de ello. Y, como siempre, nos arrepentiremos. Pero tarde.

José Manuel Vida

Juguetes en Uganda

La imaginación de los niños africanos a la hora de construir juguetes es inagotable. Aunque, la verdad, nunca se me hubiera ocurrido que fuera posible esto...


miércoles, 10 de noviembre de 2010

Misión Etiopía: De vuelta a casa II




Otro de los jóvenes que estuvo en Etiopía este verano nos cuenta su experiencia...


1º) Explícame, en unas cuantas palabras, qué te llevas de tu experiencia en Etiopía.

Siento que me ha ayudado a crecer en: Humildad, paciencia, conocimientos, comprensión, compañerismo, confianza en el prójimo, fe en Dios, amor a las personas, obediencia (y éste era un tema complicado), dominio de mí mismo, capacidad de expresión, capacidad pedagógica, idiomas, observación, pensamiento crítico, valoración del esfuerzo, amor a la naturaleza...

Siento que me ha ayudado a despojarme de: presunción, ciertos relativismos, necesidades superfluas, prejuicios...

Es difícil resumirlo, pero creo que estos cambios en mí son el resultado de haber visto la realidad africana y experimentado la vida en una comunidad misionera, aunque sólo fuera en una versión reducida.

2º) Si tuvieras que quedarte con un rostro, una situación, un paisaje, una palabra, ¿cuál elegirías?

Dos momentos: Uno de ellos, junto a Diana y una anciana del lugar, tomando un té a la puerta de una choza. Simplemente fue un momento cómico, pero pudimos llegar a vivirlo porque ocurrió al final de nuestra estancia y nosotros ya nos habíamos liberado de miedos y prejuicios. Si hubiéramos estado allí algo más de tiempo, habríamos formado parte de alguna manera de aquella comunidad.

El segundo momento tuvo lugar durante la fiesta que coincidió con nuestra estancia en Mandura, la famosa fiesta del pájaro. Recuerdo que fui a sentarme un rato junto a Maru, la comboniana mexicana que llevaba allí ya más de un lustro al cargo de la misión y del desarrollo de su (cada vez menos) pequeña clínica. Me pareció admirable, en todos los sentidos y en todas las direcciones, ver cómo las mujeres de la zona que iban llegando a la fiesta se acercaban a saludarle con aprecio y cariño. Igualmente, la propia Maru se acercaba a unas u otras y todo el mundo tenía un momento de atención para ella, su voz y su opinión eran respetadas porque la gente sabía cuántos años de trabajo y esfuerzo estaba dedicando al desarrollo de su comunidad. Aquel fue el momento de coordinar proyectos en marcha, teorizar sobre los pendientes y tener unas palabras de amor y respeto con cada persona. Me impresionó profundamente.

3º) ¿Cómo ha sido tu encuentro con Dios en África?¿en qué lo has sentido con más fuerza?

Quizá el modo más claro de explicarlo sea recordando otro momento: una noche salí a acompañar a un padre comboniano y los jóvenes catequistas de su grupo a la reunión semanal que tienen en una de las pequeñas aldeas que crecen junto a la carretera. Esta aldea había sido escenario de episodios violentos en los últimos meses entre los vecinos, incluído algún homicidio. Aquel había sido día de mercado y los ánimos estaban algo excitados por los negocios del día y las copas de la noche. El ambiente en el pueblo no era bueno, la gente se relacionaba en grupos cerrados y pude escuchar alguna riña. Los catequistas estaban algo apurados por mí, temían que algún vecino me dijera alguna impertinencia y yo me molestase. Pero yo me limité a seguirles, a poner cara de payaso blanco a los niños y de blanco conciliador a los adultos, invitando a todo el mundo a la reunión posterior en la precaria capilla de cañas y techo de zinc.

Cuando llegó la gente a la reunión, yo me senté entre ellos, al fondo de la capilla, lo cual sorprendió a más de uno. La capilla estaba llena y había problemas para acomodarse. Se trataba de una ceremonia especial para (¿los catecúmenos?) la gente que se estaba preparando para el bautismo. Especial quiere decir que era de larga duración, con muchas lecturas y cantos. Al cabo de un tiempo la gente seguía la ceremonia con interés, incluídos los niños, atentos a las palabras del sacerdote y de los catequistas, que se turnaban la linterna para poder leer. Entonces fue la primera vez desde que llegué a esa aldea que pude vivir la paz. Entendí que Dios estaba presente en esa capilla, en cada uno de nosotros y en todos a la vez. Entendí que Dios era necesario en esa aldea, en esa capilla y en mí.

4º) ¿Qué le dirías a otras jóvenes que están pensando en realizar este tipo de experiencia?

Que no lo duden en ningún momento.

5º) Ahora que has vuelto a España, ¿cómo te gustaría darle continuidad a esta experiencia? ¿ha cambiado tu concepto de la misión? ¿Cuál crees que debe ser nuestra misión como jóvenes en Europa?

La misión puede continuar perfectamente en la distancia. Es la ventaja de nuestro mundo. Hay muchas formas apoyar a la misión y aún debo descubrir cuál es la más adecuada a mis posibiliaddes y mis capacidades. Está la vía económica, la material, la educativa, la activista...

Mi concepto de misión no ha cambiado. No conocía ninguna por mis propios ojos, pero como antiguo lector de "Mundo Negro", en general, ha sido bastante parecido a lo que me imaginaba.
Quizá esperaba que fueran comunidades mayores. Es decir, me ha sorprendido la cantidad de actividades que pueden desarrollar grupos de sólo cuatro o cinco personas.

Creo que nuestra misión en Europa es extender entre nuestros allegados (en la familia, en los amigos, en el trabajo, en todas partes) el lema de Comboni: "Salvar África con África".
Este lema es, para mí, el resumen de muchas ideas: la injusticia en el reparto de las riquezas; la dignidad de los africanos, tantas veces pisoteada; la inutilidad de tantos lujos occidentales que significan más penuria para los ya pobres; la validez de los modelos vitales africanos, etc




domingo, 7 de noviembre de 2010

Prudencia



Hay un límite imperceptible entre prudencia y cobardía.
Llamamos prudencia a la seguridad y a la flojera.
Llamamos prudencia al no comprometerse, al no arriesgar nada personal.
Creemos que con la edad aumenta la prudencia;
sin pensar que también aumenta el conformismo.

Todos nos hablan de prudencia, Señor;
pero de una prudencia que no es tuya,
que en vano buscamos en tu Evangelio.
Jesucristo, te damos gracias porque tú no fuiste prudente,
ni diplomático;
porque no callaste para escapar de la cruz,
porque fustigaste a los poderosos
sabiendo que te jugabas la vida.
Los que te mataron, éstos fueron los prudentes.

No nos dejes ser tan prudentes, como para contentar a todos.
“Tu palabra” es hiriente como espada de dos filos.
Además de las bienaventuranzas, también pronunciaste las maldiciones;
es un texto subversivo.

No queremos una prudencia que nos lleve a la omisión.
La terrible prudencia de acallar los gritos de los hambrientos y los oprimidos.
Danos sinceridad, para no llamar prudencia a la cobardía,
al conformismo,
a la comodidad.
No es de prudentes el ser cristianos y el seguir a Cristo.
No es prudente “vender lo que se tiene y darlo a los pobres”.
Es imprudente entregar la vida por Dios y por los hermanos.

Que cuando sintamos la tentación de la prudencia, recordemos que Tú “has escogido la debilidad del mundo para derrotar a los fuertes; y a los estúpidos para confundir a los sabios”.


Porque la prudencia del mundo es enemiga de Dios.

Luis Espinal, sj.

¡Iza las velas y comienza a navegar!


El pasado fin de semana tuvimos el primer encuentro de jóvenes en Madrid. No pudieron venir todos los que quisieron, pero creo que las dos que sí pudimos hacerlo lo disfrutamos al máximo. Aquí va una pequeña crónica de lo que vivimos, que espero que os anime a uniros a nosotras en este caminar misionero.


Comenzamos nuestro encuentro el sábado por la tarde con una breve oración en la que se nos invitaba a ser valientes, imprudentes y un poco locos para atrevernos a echar las redes, a salir a navegar, aunque no sepamos con qué nos vamos a encontrar. Leímos también el pasaje de Lucas 5, 1-11 y oímos la canción de Luis Guitarra "Sois la sal". Tras la oración, Expedita y Elvira nos explicaron en qué consistía el camino que íbamos a empezar y cuáles eran los pilares: Oración, Información y Servicio. Aprovechamos para hablar sobre las distintas misiones que tienen las combonianas a lo ancho del mundo y también sobre nuestros recorridos personales.


Pero quizá la mejor parte del encuentro fue la que nos esperaba después de cenar: el testimonio. La hermana Antonia nos brindó la oportunidad de escuchar de primera mano las vivencias, sentimientos, reflexiones y preguntas de una trayectoria vital centrada en la misión ad gentes. Antonia ha vivido su misión entre Uganda y Mozambique, la mayor parte del tiempo como docente y en contacto con la gente joven. Su testimonio nos dejó "tocadas" en lo más profundo y no sé si con más preguntas que respuestas. Ella insistía que eligiría su vida una y otra vez, por todo lo que le ha ofrecido de experiencias y de gente que le ha ensanchado el horizonte y también, porque se ha sentido instrumento de Dios.


El domingo por la mañana, tras el desayuno, Elvira nos invitó a encender "nuestro barco" con cuatro velitas colocadas sobre una cartulina azul nos introdujo el Evangelio de Mateo e hicimos el retiro a partir de uno de sus pasajes: De las tinieblas a la Luz (Mt 4,12-25). Finalizamos el encuentro yendo a la parroquia de Nuestra Señora de Guadalupe para celebrar la Eucaristía.


Nosotras ya hemos izado las velas y nos hemos puesto a navegar, ¿no querrías unirte al viaje?


¡Te esperamos el próximo fin de semana del 21 de noviembre!




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