Querido Padre Fundador:
Escribo esta carta con el corazón lleno de alegría y entusiasmo. Todavía estoy celebrando el Año Vocacional comboniano, que me ayudó a vivir la vocación como don y recordar tu encuentro definitivo con el Señor hace 130 años, cuando el 10 de octubre de 1881 nacías a una vida nueva con Dios. Tu nacimiento en este mundo hace 180 años supuso una diferencia en la vida de muchísimas personas, ¡y todavía sigue siendo una referencia hoy día!
Fueron muchos los que te siguieron con fe y confianza, siguiendo tu sueño de amar a toda la humanidad, que en tu tiempo se concretaba en la pobre África. Tu ideal es vivido hoy por millares de personas que continúan soñando con un mundo mejor. Estamos dispuestos a ser también una diferencia en este mundo que nos toca vivir, dejando las marcas del Amor allá por donde pasamos.
Te doy gracias por tu amor y tu celo por la causa africana.
Contigo sigo soñando con valentía para poder partir siempre que se manifiesta la voluntad de Dios.
Tus hijos e hijas siguen pidiendo tu intercesión por las necesidades de tu familia, para que seamos todavía sal y fermento.
Creo en tu poder y en tu deseo de que todos conozcan el Evangelio de la Vida.
Te confío a nuestros jóvenes, que sienten todavía en su corazón el deseo de seguir a Cristo…pero tienen miedo de arriesgar.
Te entrego a los consagrados que perdieron el entusiasmo por la causa misionera.
Pongo en tus manos los frutos de las semillas de esperanza plantadas en el campo vocacional, a lo largo de todo este año.
Que Dios acepte mi dedicación y entrega a la causa misionera.
Tu hijo, que te quiere...
Autor desconocido
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