Mateo 14, 13-21
Reconozco que en muchas ocasiones, igual que los discípulos, yo también he pensado o incluso he dicho eso de "ve y busca en otro sitio". Ya sabes, las oportunidades están ahí y sólo es cuestión de esforzarse, patearse las calles, buscarse las habichuelas: si yo lo he conseguido, tú también puedes. Unas gotas de "cada uno tiene lo que se merece" y la conciencia se tranquiliza...o se desespera una porque los otros no parecen estar dispuestos a obedecer tus comandas y seguir la estricta lógica de esfuerzo = éxito.
Pero hay ocasiones en la vida en las que la misericordia no se aprende, sino que te cae encima y no puedes hacer nada por evitarla. Momentos en los que la evidencia de que esfuerzo no es igual a éxito, te aplasta y tu corazón y tus ojos son incapaces de mirar sin comprender el fracaso y hasta qué punto duele. A veces, el fracaso es una espiral de la que es imposible salir y uno tiene que aceptar estar ahí al lado, sin tener nada que decir, sin poder hacer nada, pacientemente y hasta el final. Porque el amor es tan, tan, tan grande que los juicios y la lógica sobran y jamás aceptarías que otro dijera "dile que se vaya, tú ya no tienes nada que darle".
"Pues estoy convencida de que ni muerte, ni vida, ni ángeles, ni principados, ni presente, ni futuro, ni potencias, ni altura, ni profundidad, ni criatura alguna podrá apartarnos del amor de Dios"
San Pablo a los Romanos 8,35.37-39
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