martes, 19 de abril de 2011

Nuestra respuesta



Llegaron el lunes por la noche, en un vuelo desde Palermo, están hospedadas en un departamento destinado a las vacaciones de verano, porque aquí la gente vive del turismo. En una casa están ellas: Giuseppina Barbato y Miranda Pigato, Hermanas misioneras combonianas, en la de al lado, dos misioneras de la Consolata, llegadas ayer noche. Hemos concordado, aun antes de llegar a la isla, su misión: ayudar al prójimo.

Una misión non nueva en este pedazo de tierra de unos 20 kilómetros de largo, una misión que atañe a todos, sin distinción, y que ha visto en primera línea desde el comienzo a los lampedusanos, «gente de corazón», nos cuenta Giuseppina, mientras camina con paso veloz y voz jadeante.


¿Que misión os espera?

Hemos concordado nuestro rol con Caritas y el párroco de Lampedusa. Estamos aquí en apoyo sobre todo de la población local. Gente maravillosa, que inmediatamente ha suplido, y lo sigue haciendo, a la falta de las autoridades locales y nacionales. Se han prodigado sin descanso día y noche, han preparado panecillos y te caliente, distribuido mantas y vestidos. Han reaccionado de inmediato y generosamente. Estas oleadas de gente que literalmente han invadido su isla no les han asustado. En su actuar no ha habido ni rabia ni indiferencia. Han sabido acoger, pero ahora deben metabolizar, ver con los ojos de la fe lo que han hecho. Se han Dado grandes gestos que han evitado otras tragedias. Si la gente hubiese reaccionado en modo diverso, la situación, si no ha sido así se lo deben a estos hombres y mujeres de Lampedusa.


Imagino que no os permitirán entrar en el Cie (Centro de identificación y expulsión), pero ¿Conseguís acercaros a los náufragos?

La pasada noche nos avisaron que se esperaba la llegada de cuatro barcas, entre estas estaba la que se volcó en el mar de Lampedusa en el canal de Sicilia. Fuimos al puerto y asistimos al desembarque. Lo primero que les preocupa, es que la gente no invada el pueblo, por lo que inmediatamente la barca es arrastrada por la motovedetta hasta el puerto. Los primeros a ser ayudados son los que aparecen más agotados, que dan débiles signo de vida.

Llegan en pie, estrujados como sardinas y entre los pies traen los que han perdido el conocimiento, Cuando descienden de la barca son conducidos enseguida a la ex base Nato Loran, hoy Cie. Inmediatamente los blindan y los envían para ser identificados. Llegaron también dos laicos combonianos que permanecerán aquí hasta el sábado, están pidiendo la autorización para poder entrar en el Cie.


¿Habéis conseguido acercaros a ellos?

Si. Estamos ya de acuerdo con Caritas. Queremos estar allí cuando lleguen. Prepararles comida caliente, té, garantizarles un mínimo de acogida.


¿Las mujeres y los niños?

Las mujeres y los niños los llevan a otro lugar, un Centro en el norte de la isla, lejos, aislados. Tampoco allí es posible acceder, entran solo los que tienen permiso, sobre todo los que forman parte del Alto comisariato para los Refugiados. Pero de lo que se ha sabido, no hay ni psicólogos ni pedagogos dentro, nadie que puede dar un apoyo apropiado a los menores ni a las madres, que pueda crear un clima diferente. Se limitan a encerrarles para luego decidir lo que harán.


¿Habéis visto niños?

Los últimos menores fueron transferidos ayer por la mañana, pero también estos pequeños, antes de dejar Lampedusa han vivido segregados. Después de la odisea del viaje no se puede ni pensar en no ofrecerles acogida y serenidad a estos niños.

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