La mies es mucha y los obreros pocos
sr. Diana
Soy Diana, una joven ecuatoriana, nacida en una ciudad llamada Otavalo. Ecuador es un país situado en la parte noroeste de América del Sur, con una población de más de 15 millones de personas. Vengo de una familia a la cual quiero muchísimo, somos tres hermanas, de las cuales soy la primera.
Mi vocación a la vida religiosa misionera nace a partir del contacto mas cercano con las personas, primero en mi parroquia preparando a los niños para su primera comunión y buscando que su experiencia de recibir a Jesús eucaristía por primera vez, no sea un sacramento más. Después el compartir con los enfermitos, acompañando al sacerdote de mi parroquia a darles la comunión, y así poco a poco sentía que yo no era la misma, que algo iba cambiando en mi, recuerdo que mi mami me decía que por lo menos los fines de semana esté en casa y no solo en la parroquia porque de lunes a viernes vivía en otra ciudad por mis estudios. Y es así como empecé a decirle a Dios, que es lo que quieres de mí, no te basta lo que estoy haciendo… y me di cuenta que no, no le bastaba, cada vez me iba conquistando y como dice el libro de Jeremias 20,7 me deje seducir.
Ahora venía la mas fuerte, dar la noticia en casa. Así que tomando valor lo hice, reuní a mis padres, compartí lo que estaba viviendo y la decisión que había tomado, la reacción de mi papi fue la que me sorprendió, ya que no me la esperaba. Me dijo: “Diana, si esa es la voluntad de Dios yo no puedo oponerme”, a la que si le costo un poco más fue a mi madre, sobre todo porque iba a entrar a una congregación que se dedica a la misión fuera del país, me decía que porque no entro en una que no va fuera y así yo podía estar cerca de ella. Comprendía a mis padres pues la vocación, el llamado el Señor me la había hecho a mi personalmente.
Pero es muy bonito ver como Dios va haciendo el camino en cada persona, ahora ellos están felices de tener una hija consagrada y ellos también se han comprometido en la parroquia. Ahora iniciaba otro estilo de vida, al entrar en la congregación era casi todo nuevo, en especial el vivir en una comunidad internacional lo cual ha sido muy enriquecedor, me ha permitido conocer y valorar las costumbres, tradiciones de otros países, la forma de ser de cada una y que estábamos ahí por un único fin, el llamado que de manera personal nos había hecho Cristo.
Pero es muy bonito ver como Dios va haciendo el camino en cada persona, ahora ellos están felices de tener una hija consagrada y ellos también se han comprometido en la parroquia. Ahora iniciaba otro estilo de vida, al entrar en la congregación era casi todo nuevo, en especial el vivir en una comunidad internacional lo cual ha sido muy enriquecedor, me ha permitido conocer y valorar las costumbres, tradiciones de otros países, la forma de ser de cada una y que estábamos ahí por un único fin, el llamado que de manera personal nos había hecho Cristo.
Así poco a poco fui conociendo y profundizando el carisma comboniano y quiero compartir con ustedes dos mensajes de Comboni: “La omnipotencia de la oración es mi fuerza” y “Las obras de Dios nacen y crecen al pie del calvario” estos han sido hasta ahora el motor que me ayuda a seguir, primero el encuentro personal con Dios (oración) descubriéndome su hija amada y de donde saco la fuerza para afrontar todo lo que se presenta en el caminar y que cuando caigo, EL siempre está para levantarme y esto se une al segundo que toda obra que viene de Dios trae consigo la cruz.
Me gustaría dejar un mensaje a los/las jóvenes, “la mies es mucha y los obreros pocos” hay muchos que tienen derecho de conocer a Dios (Abba), el padre que está en las buenas y malas, que nunca nos deja solos en nuestro caminar. La vida misionera no es fácil y pienso que ninguna la es, pero cuando Dios nos llama, El se encarga de ayudarnos, así que si sientes el llamado de Dios a servirlo en la vida religiosa, misionera, sacerdotal, laical… no tengas miedo de responder.
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