- A ver, esto es como si de repente dejas que otro opine en la conversación,¿no? Y claro, si le dejas que hable, entonces ya la has fastidiado porque tienes que escuchar la respuesta. Vamos, que aquí no estoy decidiendo yo sola, él también y, esto, claro, ya lo has tomado en cuenta, ¿no?¿me explico?-
Cara de incomprensión profunda al otro lado.
-Pero es que esto no es ningún diálogo: eres tú hablando contigo misma, desde tu experiencia y tú quieres dar una respuesta desde esa experiencia,¿o no?-
Cara de asombro profundo por este lado.
-No, yo estoy contando con "otro", estamos en diálogo-
-¿Y tú eso lo tienes escrito en algún lado?-
-¿El qué?-
-El diálogo con "el otro"-
-¡Pues claro!-
-Vamos a ver si nos entendemos, tía, que me estoy rayando-
Repito mi magnífico discurso sobre diálogos, conversaciones y entradas en la vida.
Recibo una onomatopeya larga de "ah, esto ya sé lo que es".
-Ya: esto es como cuando te echas novio formal y ya tienes que decidir las cosas importantes tomándolo en cuenta, ¿algo así?-
-Sí, algo así, sólo que el tipo de la conversación es Dios-
Y nos echamos a reír.
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