“Todos oran”, dice Ann y Barry Ulanov en la primera frase de su libro Primary Speech (Primer Discurso). Esta fue la experiencia que tuve durante este tiempo pasado de Cuaresma en una prisión de mujeres en Lusaka, Zambia (África).
Todo empezó un día cuando fui con un grupo de Hermanas para llevar alguna ropa a las mujeres prisioneras y a participar en la celebración Eucarística en la prisión. Durante la misa me preguntaba que sería para aquellas mujeres el contemplar y sentir la presencia de un Dios amoroso en la prisión. Por eso pensé que sería una buena idea el invitar a las mujeres a hacer un retiro guiado individual, que consistiría en que se dedicaran a orar por 30 minutos cada día, contemplando el pasaje de la Escritura, según cada una pudiera, y estar preparadas para compartir su oración cada día con un guía de oración. Nosotros nos comprometeríamos a ir a la prisión para ver a cada una de ellas por 8 días.
Antes de que la misa terminara les pedí que consideraran la idea y aquellas interesadas podrían dar su nombre y el idioma que quisieran para hacer este retiro. Me encantó ver que 63 de ellas habían firmado para hacer el retiro. Con ese número nosotros necesitábamos ir allá con un buen equipo. Debido a sus compromisos de trabajo cada guía de oración podría sólo acompañar cerca de cuatro personas durante un retiro. Eso significaba que nos tomaría varias semanas para permitir que todas las que querían hicieran el retiro. De esta manera yo, con otros dos guías de oración que estaban disponibles esa semana, fuimos por vez primera a dar Retiro Guiado individual a aquella prisión.
Acostumbrados a tener un cuarto privado para encontrarnos con personas que hacen retiros, tuvimos que hacer tremendos ajustes para tener un mínimo de privacidad. No hubo un lugar privado para encontrarnos y uno de nuestros lugares fue debajo de un árbol de mangos donde varias actividades eran llevadas a nuestro alrededor. Algunas prisioneras estaban lavando su ropa bajo el grifo, otras estaban cosiendo, otras cocinando, etc., todas bajo la mirada de la policía que vigilaba a las prisioneras. Un día que llovió nos aglomeramos juntas en un pequeño pasillo.
Escuchar se hizo difícil, sin embargo valió la pena el sacrificio ya que las participantes compartieron sus experiencias de oración con un pasaje de las Escrituras. Una dijo: “Yo nunca tuve el valor de hablar abiertamente con alguien sobre mi vida y sobre dónde he estado, esta experiencia me ha dado un sentimiento de libertad”. Otra comentó: “Siento que un fardo pesado ha sido quitado de mí”. Alguien más: “Sentí que no estaba ya más en la prisión”. Otra: “Muchos predicadores han venido a predicar acerca de la Biblia, pero nadie nos ha guiado para contemplar un pasaje y así considerar que este está dirigido a mí personalmente”.
En general, las mujeres sintieron que había una atmósfera totalmente diferente en las celdas en esas semanas en que el retiro se daba; ellas sintieron que Dios estaba con ellas. Varias de ellas encontraron todo el ejercicio edificante pues veían a sus compañeras levantarse a las 2 de la mañana a hacer su oración. Ese era el único tiempo cuando ellas podían tener un poco de privacidad para estar a solas con Dios.
Yo estaba profundamente conmovida por esta experiencia y sentí que era un grande privilegio el escuchar las oraciones de aquellas mujeres así como el guiarlas para encontrar al Jesús de los Evangelios, que fue muy misericordioso con las mujeres que estaban oprimidas y que al igual que algunas de ellas fueron condenadas injustamente. Agradezco sinceramente a los bienhechores que, por su gran generosidad, nos han permitido llevar adelante este ministerio de formación de guías de oración y el dar estos retiros.
Hna. Leonor Torres cms
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