sábado, 24 de septiembre de 2011

La fortuna



Me pregunto qué es lo que te libra de la mala suerte y de las pequeñas catástrofes. No conseguir trabajo, que tu familia sea un completo desastre, quedarte embarazada con diecisiete años, una pensión que no llega a los trescientos euros. 

Me pregunto qué demonios he hecho yo para no tener que andar rebuscando en los contenedores de basura o porqué jamás se me pasaría por la cabeza tener que prostituirme para alimentar a mis hijos, o llevarlos a desayunar a un comedor social. Como si la crueldad siempre pasara silbando a mi lado, sin rozarme; como si yo hubiese nacido con una dosis extra de fortuna y fuera literalmente imposible que pudiera pasar apuros de verdad. En mi pequeño y estrecho universo cotidiano, la crisis es sólo la noticia estrella de los telediarios.

Porque mis mayores dramas se reducen a pensar qué voluntariado haré, a dónde viajaré, qué me preguntarán en la entrevista o si me valdrá la pena apuntarme a una academia para sacarme el First. Y no si son las nueve de la mañana y el último cliente baja la ventanilla del coche, cuando yo estoy reventada de trabajar desde las diez de la noche en la acera del polígono.

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