El cloquido, en Canarias, significa el acento de una persona: ése maravilloso conjunto de sonidos que te prepara el corazón antes de recibirla, cuando ha sido el oído y no la vista el que te ha dicho que está llegando.
Quizá la palabra cloquido venga del cloc-cloc de las chanclas o del chapoteo de los pies en el charco. Cloquido suena a madera de chácaras y a fiesta.
Uno reconoce los pasos del amado y el sonido de sus llaves. Uno sabe, por el cloquido, si viene cansado o está aligerando los pies para cogerte en volandas. Él también conoce tu cloquido y lo espera. Y lo desea cuando la casa está sola o cuando el salón está lleno de gente que sobra porque faltas tú.
Hay cloquidos que echo de menos y que sé que no vendrán nunca más. Cloquidos con sus olores. Cloquidos con su tacto.
Hay cloquidos que aún no han llegado y que sé que amaré. Cloquidos con sus manos. Cloquidos con su sabor a leche y a papaya.
Hay cloquidos que me esforzaré en escuchar. Cloquidos que querré no oír. Cloquidos que se acabarán por teléfono. Cloquidos que llegarán sin avisar y se quedarán.
Y me pregunto si Tú me esperas en algún sitio, atento a mi cloquido, aguzando el oído, esperando mi vuelta o esperándome, a secas. Como yo te espero a ti. Deseando el encuentro, deseando rendirme y reír y llorar al mismo tiempo.
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