martes, 14 de septiembre de 2010

Donde viven los monstruos


Siempre me ha resultado muy complicado explicar películas y libros (lo cual, no deja de ser una ironía dedicándome como me dedico, entre otras cosas, a hacer "crítica literaria", a desmenuzar poemas y cuentos y a parafrasear a los grandes téoricos de la lliteratura: debería hacerme mirar este particular masoquismo intelectual...) Me gustaría poder hacer aquí un gran análisis de "Donde viven los monstruos", pero me conformaré con explicaros que la vi anoche.


Max tiene diez años. Construye iglús y fuertes en el desierto (y hasta sobrevive a erupciones volcánicas montándose en su cohete espacial). Y quiere ser el rey de su casa, lo que a veces le trae muchos problemas y broncas. Un día, Max sale corriendo de casa, se monta en un barco y llega a una isla habitada por monstruos. Y se convierte en el rey de los monstruos y los protegerá de la tristeza.


Max tiene diez años. Y gracias a Dios, razona como un niño de diez años. Los grandes problemas los soluciona haciendo guerras con terrones de tierra y es capaz de creer que construirá un fuerte "perfecto", con grutas subterráneas y un sistema automático que reventará los sesos de aquel que entre sin permiso a su fuerte y siempre, siempre dormirán haciendo una piña. Él va a hacer que los monstruos se lo pasen siempre bien haciendo el salvaje.


Pero llega un momento en que Max se da cuenta de que es incapaz de hacerlos felices a todos (y además, han descubierto que es mentira que tenga un "super-super-abridor de grietas" y otros poderes fantásticos de rey). Los monstruos no saben jugar y se hacen daño, se enfadan, se decepcionan porque el rey no ha sabido mantenerlos unidos. En un momento, uno de los monstruos le pregunta quién es realmente y él responde, a punto de llorar: "Sólo soy Max" y el monstruo se levanta, se da la vuelta y rezonga "Pues vaya fastidio". Max sólo tiene diez años y es un niño, no un rey.


Es una película basada en un cuento de diez páginas y 19 frases. Un cuento que han leído todas las generaciones de niños ingleses desde los años sesenta y que se trabaja todos los años en el colegio. No es un libro educativo ni con moraleja (sálvanos Señor de los "cuentos con mensaje"). Es un libro salvaje en el que no hay buenas conductas, ni arrepentimiento, ni nada que un niño "deba aprender". Es sólo la historia de un niño siendo niño y toda la gama de emociones que es capaz de sentir: ilusión, enfado, rabia, necesidad de ser querido, necesidad de mandar, necesidad de destruir y de construir, de imaginar. Es una película de iluminaciones absolutamente maravillosas, de emociones (más que de sentimientos) y me atrevo a asegurar, que no es una película que vayan a disfrutar los niños porque ellos no son capaces de distanciarse de sí mismos para mirarla con ternura y hasta envidia.


Sólo os digo que viéndola, deseé con todas mis fuerzas ser la reina de los monstruos, de saltar y arrastrarme sin hacerme daño, de empujar troncos y de que me comiera un monstruos, de dormir hecha una piña con ellos, de navegar en un barquito velero y de volver, después de toda mi aventura, y encontrarme con que la cena aún está caliente.


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