Una cosa quiero deciros
"Es una cosa especial para aquellos
Que son sensibles a las cosas bellas.
Tenemos un sueño.
Tened un hermoso sueño,
seguid solamente un sueño.
El sueño de toda la vida.
La vida que es un sueño es llevadera.
Una vida que sigue un sueño
se renueva dia tras dia.
Que sea vuestro sueño el que haga felices
No sólo a todas las personas,
sino a todos sus descendientes.
Es bello soñar y hacer feliz a toda la humanidad.
No es imposible…"
Padre Lele Ramin
Normalmente, cuando escuchamos la palabra "mártir" se nos vienen a la cabeza las películas de romanos que ponían en TVE cuando era Semana Santa: leones, espadas y estoicos cristianos atados a un palo, en mitad del circo. Y si no, en beatíficas criaturas que hasta disfrutan cuando las torturan y dicen aquello de "Ponme ahora del otro lado, que por éste ya estoy torradito".
Por suerte, la gente extraordinaria es bastante corriente. Bueno, tienen algo que a los demás nos suele faltar: un Amor sin medida y una coherencia vital que los hace llegar hasta el final por aquello en lo que creen.
Una de esas personas fue el padre Ezequiel Ramin (o Lele, como lo llamaban sus amigos), un misionero comboniano que murió asesinado con treinta y dos años por defender a los derechos de los campesinos , sin tierra, en la Rondonia brasileña. Un chico que creía en los sueños y que se dejó llevar por ellos hasta Brasil, desde Italia. Sueños que no eran más que sumergirse en la realidad, sentir las dificultades del pueblo, trabajar codo con codo con él y encontrar caminos de vida y esperanza. Llegó destinado a Rondônia en 1984, una zona sobre la que había estallado una nueva fiebre colonizadora, hacia la que corrían miles de personas de todo Brasil por las promesas del gobierno federal: se distribuirían lotes de tierra, financiados a medio y largo plazo a las familias que desearan trabajarlas. Cuando Lele llegó a la Rondônia, ésta era un hervidero de agitación en el que la gente moría de malaria y tuberculosis por falta de estructuras públicas, en especial sanitarias. Habían entrado más de doscientas mil personas al estado, que se amontonaban desorientados en condiciones deplorables. El sueño comenzaba a ser una pesadilla.
En la lucha por la tierra también entraron grandes terratenientes, que se disputaban cada palmo de tierra en enfrentamientos continuos entre posseiros, inmigrantes, pequeños agricultores, indígenas y latifundistas. Muchas veces, políticos y autoridades contra el pueblo y, sobre todo, contra los grupos organizados. Se hablaba de dieciseis mil familias esperando a que se les adjudicara una parcela de terreno y unas cincuenta mil sin tierras. El pueblo se cansó de esperar y comenzó a organizarse, a ocupar tierras que nadie estaba cultivando.
En la lucha por la tierra también entraron grandes terratenientes, que se disputaban cada palmo de tierra en enfrentamientos continuos entre posseiros, inmigrantes, pequeños agricultores, indígenas y latifundistas. Muchas veces, políticos y autoridades contra el pueblo y, sobre todo, contra los grupos organizados. Se hablaba de dieciseis mil familias esperando a que se les adjudicara una parcela de terreno y unas cincuenta mil sin tierras. El pueblo se cansó de esperar y comenzó a organizarse, a ocupar tierras que nadie estaba cultivando.
El 24 de julio de 1985, Lele salió bien temprano de casa, acompañado del presidente del Sindicato de los trabajadores rurales de Cacoal. Iban a negociar por los colonos que habían sido amenazados con la expulsión. De camino a la reunión, los asaltaron y Lele fue acribillado a balazos. Tan sólo llevaba un año en Brasil.
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