Lectura del santo evangelio según san Mateo (14,13-21):
«Estamos en despoblado y es muy tarde, despide a la multitud para que vayan a las aldeas y se compren de comer.»
Jesús les replicó: «No hace falta que vayan, dadles vosotros de comer.»
Ellos le replicaron: «Si aquí no tenemos más que cinco panes y dos peces.»
Les dijo: «Traédmelos.»
«Estamos en despoblado y es muy tarde, despide a la multitud para que vayan a las aldeas y se compren de comer.»
Jesús les replicó: «No hace falta que vayan, dadles vosotros de comer.»
Ellos le replicaron: «Si aquí no tenemos más que cinco panes y dos peces.»
Les dijo: «Traédmelos.»
Tuerzo el gesto en un mohín. Si estuviésemos en una película clásica, diría con un deje profesional "You're jokin' "
-Y se supone que con esto tengo que dar de comer a cinco mil personas-
-Bueno, creo que tienes casi de sobra-
-Ya-
Bajo el cesto del mostrador y al volverme, observo lo que se extiende ante mí por unos segundos. Vuelvo la cara, aterrada.
-No puedo-
Estoy paralizada, en realidad.
Sales del mostrador y te pones a mi lado. Te miro como quien va a saltar desde un puente atada a una cuerda.
-Ve-
Me dices empujándome suavemente por la espalda.
-No-
Me resisto. Este hombre está loco.
-Pero mira lo que me has dado- y agito el cesto delante de él como si no lo hubiese visto- ¿cómo quieres que alimente a nadie con esto, eh? Sólo podré darle a una familia, con suerte, ¿y qué pasará con los demás? también tienen derecho,¿no? Y...y lo mismo se enfadan conmigo por no darles como a los primeros y...y, ¿qué van a pensar de ti?-
-¿Pero quién te ha dicho que no voy a mandar a más gente con los cestos?-
Replicas con una leve sonrisa en la comisura de los labios.
-Umm-
Protesto por haberme dejado sin uno de los argumentos. Ése es bueno, reconozco.
-Pero podrías haberme dado más a mí, así vamos adelantando-
Insisto, mientras empezamos a descender la colina. Esta vez, te ríes abiertamente.
-¿Querías los cinco mil panes y los cinco mil peces para ti sola?-
Tengo que reírme. Un poquito, sólo. No vaya a pensar éste que siempre me pilla. Me pones la mano en el hombro y te ríes conmigo. Hemos llegado abajo. La gente está sentada por toda la explanada. Los niños aún tienen ganas de corretear por entre los fuegos que empiezan a iluminar el anochecer. Cojo aire.
-Ve-
Repites con suavidad.
Te miro. Vuelvo a sentir que va a pasar algo extraordinario. No sé qué, pero la gente espera.
-En fin, tú sabrás...- suspiro.
Me alejo con el cesto y empiezo a repartirlo.
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