viernes, 28 de octubre de 2011

Te daré un corazón nuevo





Querido Dios (dos puntos)

Este verano, cuando estuvimos a solas, me dijiste que me darías un corazón nuevo. El mío seguía arrugado y agarrado a un pasado que nunca existió y yo quería cambiártelo. Creía que en el trato yo daba mucho y recibiría a cambio un corazón grande, ingente. Pero yo no veía que nada de eso ocurriese. 

Este verano, cuando estuvimos a solas, mi corazón creía saber todo el futuro y eso lo hacía estar tan, tan asustado. Muerto de miedo. Cansado de querer ser otro: mejor, más grande, más fuerte, más capaz de amar bien y de no volver a decepcionar a nadie.

Y cuando llegó toda la gente del universo, yo quería seguir teniendo a rabiar un corazón mejor, más grande, más fuerte, más capaz de amar bien y de no volver a decepcionar a nadie. E hice todo lo que tenía que hacer, escondiendo el que tenía (del tamaño de una canica, para aquel entonces) para que nadie viera que, en realidad, yo era una farsa dentro de aquella fiesta.

Este otoño no sé muy bien de qué tamaño es mi corazón, ni para qué sirve. No sé dónde voy a colocarlo, ni a quiénes quiere que invite a jugar a las canicas con él. Y ya cuento con que decepcionaré a otros. Sólo te pido que, al menos, no se te olvide encenderlo y que pueda seguir deseando. No te pido que cumplas la promesa de darme uno nuevo, me conformo con que le pongas tiritas a éste y siga funcionando. Para dar a otros, para luchar, para no rendirme, para sanar, para hacer reír, para abrazar, para poner locura, para besar, para acompañar, para hacer silencio. 

Para amar.

Tu criatura, que te quiere como puede

Beatriz


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