Cuando estuve el otro día en Madrid, mientras paseábamos al sol de camino a la misa de "los guadalupanos", Rosario me contestó a una de mis explicaciones: "¡Bueno, tú es que estás siempre en periodo de ebullición!". Y nos reímos. Y tuve que confesar que sí, que yo siempre estoy en período de ebullición y que todo es siempre muy monumental e importantísimo y "decisivísimo" en cada momento que vivo. Vamos, que a Beatriz, le preguntes cuando le preguntes, siempre está en una etapa super intensa y vital en extremo.
Claro, después pasa lo que pasa.
Que Beatriz vivie siempre al borde del colapso emocional, porque siempre hay una decisión "importante y que cambiará el rumbo de su vida en un grado jamás sospechado por la raza humana". Y eso agota. Y mucho. Porque hay momentos en los que me parece que todo es significativo (y cuando digo todo...es todo), irremediable, apremiante, urgente y tan importante para el resto de mi existencia que, simplemente, mis sentidos estallan. Además, es una carga demasiado pesada, por mejores que sean mis intenciones (que, aunque os parezca mentira son escuchar y hacer lo que Dios me sugiere).
Supongo que, en el fondo, siempre tengo miedo a equivocarme y a no estar a la altura de las expectativas (sí, lo confieso, Sus expectativas) y todo eso me deja sin fuerzas y con un montón de preguntas que pesan como toneladas. Pero para esos momentos, también están las amigas, y una a la que quiero mucho me lanzó el Magnificat, como quien lanza un mensaje en una botella y yo (raro, pero los milagros ocurren) la cogí y la abrí.
Entonces, descubres o recuerdas, que Él ya te ha visto entera de arriba a abajo. Vaya que sí.
Y que todo eso que te parece tan sumamente horroroso y terrible y digno de esconderse
bueno, pues tampoco es para tanto,
porque Él ya sabe que está ahí
y por ahora (que sepas, por lo menos)
no ha mandado rayos carbonizantes ni dragones con lenguas de fuego a comerte de un bocado.
Y que su ternura y su predilección por ti, va mucho más allá
de tus agobios
tus neuras
tus ansias de adivina
y, por supuesto, de tus planes.
Porque, vaya, vaya, Beíta
esto no va de hacer
sino de dejarse hacer
y tú no puedes saber cómo acabará el invento.
Pero, ven, y escóndete aquí, que es donde quieres esconderte
y déjate que te quiera y déjate que te sonría y déjate, déjate...déjate.
Esta noche, antes de apagar la luz, con los jarabes y pastillas para mis toses varias en la mesita de noche, intentaré recordar que no tengo que llegar a ninguna meta. Que Él ya pensó que "estaba bien hecha" cuando me creó y que seguro que todos esos agobios no vienen de su mano porque, haga lo que haga y termine donde termine, me va a seguir queriendo exactamente igual.
Qué descanso.
¡Ays, cuanto me alegra de que escribas así y esto...!
ResponderEliminarCreo que contestaré porque llevo dando vueltitas un par de días a algunas cuestiones....
¡Qué ganas de que hablemos!
I miss U ;)( ya lo sabes ^^)