Soy Kimala Nanga Benjamine, Misionera Comboniana de nacionalidad Chadiana. Nací en el norte del Chad (Abèche) que era casi 100% musulmana pero había dos capillas cristianas: una protestante y otra católica. Los católicos nos encontrábamos todos los domingos por la mañana para la celebración de la Palabra porque no había sacerdote para la celebración Eucarística y por la tarde los más mayores (15-16) nos reunían para darnos catequesis. Era un movimiento católico que se llamaba “Coeur Vaillant” que sería en castellano “Corazón Valiente “, actualmente este movimiento se denomina en lengua local: “Kemkogui” es decir “Un solo Corazón”. Son los niños de 7 a 14 años, sin excluir los que tienen menos o más edades, pero que manifiestan la buena voluntad de participar al grupo.
Celebrábamos la Misa una vez al año por falta de sacerdotes y la carretera que no favorecía el viaje de sacerdotes desde del Sur al Norte. Por eso venía sólo un vez al año (en Pascua) donde se podía bautizar, celebrar el Sacramento del matrimonio cristiano y animarnos a seguir adelante, aunque fuéramos una minoría en medio de los musulmanes.
El deseo de hacerme religiosa surgió en mi gracias a una amiga que vino del sur y que es muy cristiana; compartiendo con ella, me habló de las religiosas y a lo que se dedican. De todo lo que me había dicho, me quede con esta frase: “se Consagran a Dios para anunciar su Evangelio”. Desde entonces esta palabra ha sido para mí una luz que nunca se ha apagado hasta hoy, gracias a Dios.
Mi fe y mi vocación se hicieron más profundas poco a poco y empecé a preguntarme qué era lo que el Señor quería de mí. Un día, me encontré con un librito titulado “África o muerte” que hablaba de un Profeta, misionero y Padre de África: Daniel Comboni y cómo luchó en un tiempo donde existía la esclavitud, para liberar a los africanos convencido de que la Sangre de Cristo había sido derramada también por los africanos y de que teníamos Alma como los europeos. Hasta morir en Tierra africana a la edad de 50 años. Desde entonces, yo me dije, “Si Daniel Comboni, que era europeo, entregó su vida por los africanos, ¿por qué no puedo hacerlo yo también, que soy africana?”
Conocí las Combonianas a través de los padres Combonianos de mi parroquia. Cuando pensé en entrar en la Congregación de las Hermanas Misioneras Combonianas, me encontré con muchas dificultades: por una parte el nivel de estudio, porque me pidieron un nivel de estudio que en mi país es difícil conseguirlo, y por el otro lado por mi familia, pues mis padres y hermanos pensaban que con mis estudios podía conseguir un buen trabajo y ayudarles a ellos que tanto lo necesitaban. Intentaba dialogar siempre con mis padres y hacía el acompañamiento espiritual también. Gracias a Dios respetaron mi opción. Ahora, mis padres y toda mi familia se sienten muy orgullosos de tener una hija Misionera y se sienten misioneros como yo; quizás más que yo. En todo este proceso, me iluminó y sigue iluminándome esta Palabra de Jesús: “él que deja a su madre, padre, hermanos, tierra y casa por el Evangelio, recibirá el doble”; pues para mí era difícil dejar a mi familia y a mi pueblo, pero cuando uno se deja aferrar por Dios abandonándose en su voluntad, todo se resuelve y coge sentido desde la Fe en Él.
Hice mi primera formación en la República Centroafricana (Bangui) y en la República Democrática del Congo (Kinshasa. Después de mi profesión religiosa misionera (los votos) me mandaron aquí para el estudio.
Siempre doy Gracias al Señor en mis oraciones por el don de la vocación religiosa misionera comboniana que me ha regalado. Es verdad que no he llegado todavía a la meta, pero confío en su fidelidad misericordiosa e infinita.
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