domingo, 6 de marzo de 2011

La mano de mi padre




Qué grande es la mano de Dios.

La mano de Dios es como la de mi padre.

Grande. Caliente. Un poco áspera.


Cuando Dios me sienta en la palma de su mano, yo la recorro como una niña.

Y Él, me deja hacer.


Qué grande y ancha es la mano de Dios.


Juego entre sus dedos

y descanso en el centro

mirando hacia arriba,

Me acurruco en su pulgar

miro las líneas de la palma de su mano

y busco mi nombre entre las trenzas.


Y encuentro mi nombre ahí

justo donde termina su mano

está escrito letra por letra

y yo puedo pasar mi índice diminuto sobre él y recorrerlo al mismo tiempo que Dios me mira.


"Estoy aquí" le digo asombrada.

"Claro"-contestas riendo- cuando naciste me escribí ahí tu nombre

para que supieras que formas parte de Mí, como Yo de ti

y que, aunque tú me olvidaras,

Yo jamás podría hacerlo"


Qué grande es la mano de Dios.
La mano de Dios es como la de mi padre.
Grande. Caliente. Un poco áspera.

Cuando Dios me sienta en la palma de su mano, yo la recorro como una niña.
Y Él, me deja hacer.

Qué grande y ancha es la mano de Dios.



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