El que lo deja todo por mí y por anunciar el Evangelio recibirá más de cien, miles, de hermanos, hijos, madres, padres, casas, abrazos, sonrisas, caminos, países, preguntas, respuestas, riesgos, llegadas, salidas, descansos, ajetreos, tíos, padrinos, madrinas, bebés, escuelas, hospitales, desiertos, persecuciones, palabras, sorpresas, lágrimas, risas a carcajadas, susurros y caricias...
que las que hubiera tenido, si llega a quedarse con su "todo".
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