Leo la noticia de unos gemelos sordos de 45 años que,ante la perspectiva de quedar también ciegos, piden la eutanasia y les es concedida. Murieron a la vez el 14 de diciembre en un hospital belga.
Realmente, este tipo de situaciones (el año pasado leí la de una madre que llevó a cabo una petición así tras quedarse en una silla de ruedas) me superan, me rebelan, me...me...dejan desarmada, como si me cogieran de la camisa y yo no parara de dar zarpazos en el aire, inútilmente.
No quiero, no quiero, no quiero convencerme de que la vida sólo merece ser vivida si somos "aptos para todo". No quiero, no quiero, no quiero creerme que la vida no tiene sentido cuando se aproxima al final. No quiero, no quiero, no quiero pensar que yo misma lo pensaré cuando llegue el dolor. No quiero, no quiero, no quiero que nadie piense por mí que estaré mejor cuando él muera.
No quiero, no quiero, no quiero por mucho que las leyes lo permitan, por muy moderno que sea, por mucha reafirmación de la libertad personal que implique. Porque quiero, quiero, quiero pensar que tengo sentida por mí misma, no por lo que sea capaz de hacer. Y quisiera, quisiera, quisiera que alguien también luchara por mí...si un día me sintiera un estorbo para él.
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