domingo, 14 de julio de 2013

Mil en una



"Oí la voz del Señor que decía: ¿A quién enviaré? 
Y yo respondí: ¡Aquí estoy, Señor, mándame a mí!" 

Isaías 6,8


Me desperté con la adrenalina a flor de piel, como una muchacha enamorada que va a encontrarse con alguien que sólo ella conoce. Me sentí como una peregrina recorriendo un montón de kilómetros. Hacer todo aquel camino de ida para Granada con la alegría del principiante que va nada más que para absorber todo lo que le van a ofrecer, sin sueño, sin miedo, como si sólo llegar y vivir fuese lo esencial.

Porque, ¿qué mayor y más valioso don nos podía dar Dios sino la vida? Y es precisamente por ser tan maravillosa y especial por lo que Dios sólo nos da una. Pero fue también por eso por lo que nos envió a su Hijo Jesús, para que nos enseñara a vivir “esa vida” en abundancia, es decir… ¡como si fuesen mil! Jesús, al contarnos la parábola de los talentos (Mt 25, 15) nos enseña cómo poner en juego los dones recibidos, o sea, los talentos para dar muchos frutos, ¡incluso “mil por uno”!

Este retiro me reveló muchos aspectos importantes acerca de mí misma porque me invitó a zambullirme en lo más profundo de mi ser y descubrir allí, no solamente las propuestas del Señor, sino también mi disposición a acogerlas. Y aquí es donde las cosas se complican…en el buen sentido. Me pasé años pidiendo por las vocaciones, por los jóvenes, por la conversión, por ser “Un hombre nuevo”, por estar “Atentos para servir”…y cuando Dios me ofrece todo lo que le pido, tengo miedo y lo ignoro, fingiendo que eso no es para mí, pero sí para otros jóvenes, para otra clase de gente. Pero como nos dijo la hermana que nos dio su testimonio: “¡Hermanas, el miedo paraliza! ¡No tengáis miedo!”

¡Fue un encuentro para mirar hacia nosotras y sobre todo a Dios! Un encuentro para pararse, escuchar y rezar…para “tirar de nuestras mochilas” todo lo que nos impide caminar con Dios en nuestra vida.
Un encuentro para conocer mejor a Comboni, su Instituto y la historia de las primeras hermanas. Un encuentro para intercambiar experiencias, de vivir en comunidad, de compartir historias y de enriquecimiento con el que es diferente, pero igual de hermoso. Fue un tiempo de oración, formación, compartir, convivir…
Tuvimos la gracia de conocer a personas fantásticas en este retiro. Personas que me animaron a “tirarme en plancha y entrar en el agua de aquella piscina”

Porque, al final, ¿para qué tantas dudas y tanto miedo? La voluntad de Dios nunca me llevará a donde su gracia no pueda protegerme. ¡Dios sólo quiere que seamos felices! No quiero arriesgar una vida en la eternidad por media docena de años en la tierra.

Susana y Rita

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