"Tan sólo las personas superficiales no juzgan por las apariencias. El verdadero misterio del mundo es lo visible, no lo que no se ve..."
Oscar Wilde
"El mandamiento está muy cerca de ti: en tu corazón y en tu boca. Cúmplelo.»
Deuteronomio (30,10-14)
Una de las cosas que más me chocó en África es que la gente se tomaba en serio el Evangelio, es más: lo leían de manera literal. Eso quería decir que si Jesús decía "Dadles vosotros de comer", realmente la gente le daba de comer a los que tenían hambre. Y que cuando tocaba decir "Aleluya" en misa, realmente la gente se creía ese "Aleluya". Bueno, supongo que para alguien como yo que vive acostumbrada a descifrar metáforas y personas, aquello le resultaba estratosféricamente alucinante y revolucionario. La gente vivía en la realidad y la Palabra de Dios no era nada indescifrable ni teológico. Creo que, realmente, entendían a Jesús de tú a tú y era fácil imaginar allí cómo recibían sus palabras los desheredados de hace dos mil años.
Yo los envidiaba. De verdad que los envidiaba. Y aún los envidio. Envidio en general a esa gente que ante una roca ve una roca y ante el mar ve un mar, y si alguien le dice "Ven" entiende "Ven". Para mí las palabras, como las cosas, producen una reverberación constante. No niego que a veces es útil, muchas veces hace que el mundo se me abra con una belleza indescriptible, como si al resto le fuera vedada esa maravilla. Es como si la realidad fuese constantemente un poema, de palabras que significan y no significan a la vez.
Si alguien me dice "te quiero" no significa "te quiero", probablemente signifique "quiero algo de ti" o no signifique nada en absoluto. Si alguien me dice "no te quiero", probablemente signifique "puede que te quiera más tarde" o no signifique nada en absoluto. No creo en las promesas de nadie, no creo que nadie cumpla lo que dice. Las palabras sólo son una excusa para esconder la realidad debajo.
Imagino que no te resulta difícil comprender, Jesús, porqué me gustaría que no utilizases parábolas que dicen lo que quieren decir. Cosas así como "Anda y haz tú lo mismo" o "ya sabes cuál es el mandato: cúmplelo". Incluso peor: "Yo estaré contigo hasta el fin de los días".
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