Desde Granada, hemos querido entrar en sintonía con toda la Iglesia, que vive el año de la fe propuesto por Benedicto XVI, con el cual nos invitaba a redescubrir la belleza de nuestra fe y la alegría de comunicarla.
La Pascua juvenil misionera que, como familia Comboniana, hemos propuesto y vivido junto a los jóvenes tenía por título: ¿Crees en mí? Demuéstralo. Suena a desafío y, es que realmente la fe nos desafía cada día a implicarnos en la transformación de la humanidad, a pasar de la palabra a la acción, pues como decía el apóstol Santiago en su carta: “¿De qué le sirve a un hombre alegar que tiene fe si no tiene obras” e insiste aun “la fe que no va acompañada de obras, está muerta del todo”. (St 2, 14.17).
Aquí se siente que la fe sigue viva, prueba de ello son el grupo de jóvenes que del 24 al 31 de marzo llegaron a Granada, con sus mochilas llenas de entusiasmo, alegría y disponibilidad, para prepararse y vivir juntos el misterio pascual. Creo que ha sido importante, cómo a través de las distintas actividades: oración, catequesis, reflexión personal, compartir de vivencias, visitas a las familias, testimonios misioneros, etc, nos hemos ido preparando para celebrar la gran noche pascual, donde todos, junto a la comunidad parroquial de Nuestra Señora de la Merced, que nos acogió, exultamos de alegría sintiendo a Cristo resucitar de nuevo en nuestras vidas.
Hemos vivido estos días al ritmo de una única interpelación ¿Crees en mí? Pero aunque si cada mañana nos levantábamos e íbamos a dormir con esta misma pregunta, el eco que provocó en cada uno de nosotros, seguramente era distinto cada día, porque juntos fuimos descubriendo lo que implica responder afirmativamente.
Y así, al final del primer día, un eco resonaba en nuestros oídos: “si de verdad crees en mí. CompárteTe”. El viernes, descubrimos que compartirnos nos llevaba un poco más lejos, “si crees en mí, entrégaTe”…pero ¿cómo podemos entregarnos, si aún no te hemos encontrado?. Y entonces, comprendimos que Él sale a nuestro encuentro y nos repite aún: “Si crees en mí, encuéntraMe”. Y de qué vale encontrarte si no nos comprometemos. Y allí, el eco se hizo claro: “Si crees en mí, entonces embárcaTe”. Y fue así como todos, al final de la Pascua, terminamos embarcados con Jesús.
Puede sonar quizás, solo un juego de palabras, pero realmente cada una está cargada de significado, para quienes hemos vivido la experiencia del resucitado.
Personalmente puedo decir, que ha sido un tiempo precioso, que me ha permitido contemplar el paso de Dios en mi vida y cómo me fue preparando para acoger el don de la vocación misionera, hasta que decidí embarcarme. Fue inevitable emocionarme, el domingo de pascua, mientras entronizaban el cuadro de Comboni en la parroquia, porque me di cuenta de la grandeza del don recibido, no solo a través de una vocación misionera, sino al mismo tiempo de un carisma específico: el de Comboni, que implica una responsabilidad hacia el mundo entero, pero en particular hacia aquellos que aún no conocen a Cristo.
Solo me queda dar gracias a cada uno de los jóvenes que con tanta sencillez y espontaneidad han enriquecido cada momento, por la profundidad con la que han vivido y compartido sus propias vivencias, y por la alegría que ha dado un toque especial a cada jornada, en especial la noche de pascua.
Gracias a los parroquianos por abrirnos sus puertas de par en par y permitirnos celebrar juntos nuestra fe. Gracias a mis hermanos y hermanas, miembros de la familia Comboniana, por esta bella experiencia de trabajo en equipo, donde vamos aprendiendo que cada uno, desde su diversidad, colabora a crear algo armónico y valioso.
Sigamos viviendo este tiempo pascual, en la alegría que nos dona el Resucitado y, sintiendo en lo profundo de nuestro ser, esa fuerza que nos impulsa a comunicar que Cristo verdaderamente está vivo en medio de nosotros.
Omaira Martin
Misionera Comboniana
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