Como este río que a ningún lado ha de llegar y sigue andando, yo me quedé en la vida, amado mío, yendo hacia ti. Yendo hacia ti por un camino que era siempre más largo que mi agua, aunque mi agua no se acabara nunca y fuera el corazón quien la empujara.
He vivido mi muerte, y he muerto mi vida yendo hacia ti, tanteando tinieblas, confundiendo rastros.
Como ese río, sí… Como ese río lento y ciego que no puede detenerse ni volverse atrás, ni desatarse de la piedra donde nació.
Distancia de río ha sido nuestra distancia: la que no se acorta aunque yo camine todo el día, y toda la noche y toda la vida.
Dulce María Loynaz
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