lunes, 3 de enero de 2011

Porque allí se oye mejor la voz de Dios



Este es el testimonio de Carmen, después de dos meses en Xexicha, Etiopía, en una de las comunidades que las misioneras combonianas tienen en el país. África limpia nuestra mirada y nuestra conversación con Dios, tal y como ha experimentado Carmen.

Y como la misión también es transmitir lo vivido en nuestro país de origen, os dejamos con lo que tiene que contarnos:

“El no entender las cosas no va a evitar que sigan siendo siempre así. Pero podemos..."

Xexicha, septiembre 2010.Etiopía.

Llegar no es difícil, cuando tienes ilusión y cuando sientes en el corazón que es “exactamente” lo que tienes que hacer en este momento de tu vida.

Los primeros días todo te supera, pero no hay reacciones, solo ojos muy abiertos, y la cabeza que no trabaja a su ritmo normal, porque no esta habituada a ciertos “contrastes”.Y la incomprensión llega enseguida cuando tus pies han dejado seguridades de un hogar lleno de “todo”, y empiezan a caminar solos por “otro mundo” cuya velocidad es visiblemente diferente.

El día sin prisas siempre tiene más horas,y más silencios para escuchar la voz de uno mismo.
Por ahí se empieza.

Superada por un paisaje maravilloso, lleno de verdes brillantes, tierra roja, cabañas y niños que corretean por todas partes. África se presenta muy viva.Después el combate diario se desarrolla entre lo que ves y lo que “tú pensabas”; lo que sientes y los famosos ”tópicos” que nos persiguen allá donde vayamos; y lo que tus jornadas te van dejando en el corazón y tú no sabes donde colocar.

¿Por qué África?
Porque allí se oye mejor la voz de Dios.

Porque la inocencia es más cómplice del agradecimiento y de la confianza. Y no hablo de la inocencia del pueblo africano, sino de la que un cristiano recupera cuando vuelve a su origen. Cuando se libera de su rol occidental, de lo que “tiene que ser”,y de lo que “debe hacer”. Cuando ves, sientes, descubres y tus ojos adquieren una riqueza nueva, te vuelves más pequeño, y todas las teorías, todas las conquistas del progreso, se quedan ridículas ante unos pies descalzos y la única necesidad de ser hermanos. Diferencias todas las que queramos pero también muchas cosas que nos deberían unir, como la posibilidad de soñar y de desear “algo”(lo que sea) para mañana. Porque nadie ha elegido nacer aquí o allí, porque una ducha, una cama caliente y un plato de comida no debería costar dinero, ni movernos hacia la caridad. En el siglo XXI es patético seguir hablando de lo básico. Porque la dignidad no es algo que debamos exportar, nacemos con ella, y a algunos se la roban, y a otros ni se la presentan.

En definitiva nunca serás el mismo, África se queda dentro, en lo profundo, para enseñarte que la vida pesa más, allí donde compartas, donde escuches, donde sonrías, donde aprendas.

Porque no somos nadie y podemos ser mucho si somos justos, buenos, generosos y hermanos.
La experiencia en la misión pone nombres y apellidos a muchas historias de las noticias de la tele, a campañas de recogida de dinero en Navidad. Sus ojos ya no se pierden en una ola de miradas maravillosas, no, ahora los reconoces,son los de Sambato, los de David, Bekelech, Temesgé.......ya no puedes salir corriendo ni mirar a otra parte porque los has conocido, y los quieres.

Y vivirlo con las combonianas es una buena manera de sentir que la esperanza esta en medio de las personas que creemos. Ellas son las manos y los corazones de muchos de nosotros que deseamos un mundo...diferente. Un mundo donde la gente de buena voluntad haga un poquito más de ruido ”

A Dios:

“Y te he encontrado en la otra parte del mundo, rodeado de verde por todas partes y de tierra roja que sube por las rodillas, y que se seca en las manos y en alguna mirada. Allí me has dicho donde no estoy y sobre todo con quien quieres que comparta. Me has sacudido el polvo de la indiferencia, de todo lo que esta y tenemos de más, que es mucho.


Porque sólo haces falta Tú.

Has llenado mis ojos del blanco y negro de las diferencias, de la distancia de las injusticias, y de la belleza de la nada.

Ahora mi miedo es el abandono, el perder el rastro de lo que sus sonrisas me regalaron.

No dejes que te suelte la mano, que me olvide de lo importante que es la juventud, la inocencia,y el amor de mis hermanos, de esos hermanos que están un poquito más lejos.”

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