"Pero hay algo que traigo a la memoria y me da esperanza: que la misericordia del Señor no termina y no se acaba su compasión: antes bien, se renuevan cada mañana: ¡qué grande es tu fidelidad!
El Señor es mi lote, me digo, y espero en él. El Señor es bueno para los que en él esperan y lo buscan; es bueno esperar en silencio la salvación del Señor." Del libro de las Lamentaciones (3,17-26)
Hay momentos en los que puedes pelear con todas tus fuerzas y no conseguir nada.
Puedes intentar arañar a la muerte y no evitar que gane la partida.
Puedes quedarte tan quieto como ella y quedar sumergido en su oscuridad. Y sentir que no puedes salir de ahí.
Pero, de alguna forma, tú esperas que alguien venga a rescatarte.
Y Dios viene, hunde su brazo en el agujero en el que estás y te sube en la palma de sus manos. Y te tiene en ella hasta que tus ojos se acostumbran de nuevo a la luz del día.
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