“Viviendo con autenticidad el amor, crezcamos en todo hacia Cristo” (Efesios 4, 15).
El día 9 de Octubre, víspera de la Fiesta de nuestro Fundador San Daniel Comboni, celebramos nuestra entrada oficial en el postulantado de las Misioneras Combonias, Pie Madri Della Nigrizia, en la capilla de la comunidad de Granada (España).
Nos acompañaron físicamente las hermanas que componen la comunidad formativa, Palmira y Cidalia (y Mª. Luz en espíritu), la provincial Ida Colombo, algunas hermanas de la comunidad de Madrid (Silvia, Omaira y Pino) y dos combonianos (el padre Ángel y el hermano Pablo). En espíritu, nos sentimos acompañadas por todas las hermanas de la Congregación, así como por todos nuestros familiares y amigos.
Fue una ceremonia sencilla y bonita. En ella acogimos las palabras de Jesús que nos pregunta: ¿Qué buscáis? y nos invita a ir a su casa y a ver, sintiendo que esa invitación refleja parte de lo que es la experiencia del postulantado. Elegimos como lema para este comienzo, la frase de San Pablo en la carta a los Efesios, que nos llama a vivir con autenticidad el amor de Jesús para en todo crecer hacia Él. Entendemos que no se puede vivir como cristianos sin enraizarnos en la autenticidad de ese amor, que se configura con nuestra historia vocacional y que queremos que sea el fundamento de nuestro sentir comunitario. Todo lo anterior, podemos resumirlo en una expresión de San Daniel Comboni: Con los ojos fijos en Jesús, amándolo tiernamente. Y es así como pretendemos caminar en esta etapa de nuestra vida, con todo aquello que somos puesto a disposición de Dios y de la misión.
Como símbolos elegimos unos ojos, unas manos y un corazón. Mientras leéis, deteneros un instante. Cerrad vuestros ojos, elevad vuestras manos al cielo y sentid el palpitar de vuestro corazón. Ojos, manos y corazón… ¿Para qué? Los ojos, fijos en Cristo, para verle a Él y para contemplar el mundo como Él lo hizo. Las manos para dar y acoger, para orar y trabajar, para abrazar todas las realidades que crucen nuestro camino. El corazón apasionado, latiendo al ritmo del amor por los más sedientos de Dios.
Para comenzar a conmover nuestras entrañas ante un misterio de amor tan grande como el de la cruz, recibimos una cruz misionera, con los colores de los cinco continentes. Estos también nos recuerdan que nuestra vocación es de misión ad gentes, de anuncio para aquellos que aún no conocen a Cristo.
Terminamos cantando con María, nuestra Madre, Alma Misionera y os invitamos a uniros a nosotras en una sola voz:
"Llévame donde los pueblos
necesiten tus palabras,
necesiten, tus ganas de vivir.
Donde falte la esperanza,
donde falte la alegría,
simplemente, por no saber de ti."
¡Ah! Después de la celebración compartimos una deliciosa cena (con el salón engalanado) que supuso el broche de oro de nuestra noche de fiesta.
Os esperamos en Granada para compartir la alegría en la que vivimos.
Y que San Daniel Comboni interceda siempre por todos nosotros. ¡Hasta pronto!
Joana y Bea
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