Hoy me he descubierto diciendo dos veces en clase aquello de "como Dios manda". Y resulta que lo que Dios mandaba era sentarse en la silla correctamente o levantar la mano para pedir el turno de palabra, algo de lo que no estoy muy segura que hablara con los profetas o con su Hijo.
De vuelta a casa, pensaba en todas las veces que utilizamos a Dios en beneficio propio. Reconozco que resulta un argumento infalible, infinitamente mejor que el famoso "porque lo digo" y, no sólo eso: siempre te da un barniz de generosidad y buen cristiano que reluce y da esplendor. Al final, no sé cómo me las apaño porque me da la sensación de que lo que experimento de Dios y lo que se me escapa al transmitirlo, no tiene mucho que ver, ¿qué les queda a mis alumnos después de que yo diga con cara de sumo enfado "cuándo os vais a comportar como Dios manda"?
¿Por qué "lo que Dios manda" siempre está unido a modelos conservadores, inmovilistas? ¿por qué "lo que Dios manda" está tan lejos, para nosotros, de una postura radicalmente revolucionaria, inclusiva...que signifique luchar por un mundo en el que los derechos humanos sean respetados y defendidos? ¿quiénes somos nosotros para poner en boca de Dios lo que nos conviene?
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