sábado, 30 de mayo de 2015

Noticias desde el noviciado de Quito



Cincuenta días han tenido que pasar para decidirnos a  poner por escrito la experiencia vivida en el noviciado durante la Semana Santa. Quizá fue también esa la dinámica de los apóstoles, que a pesar de haberse encontrado con el Resucitado, sin la fuerza del Espíritu en el día de Pentecostés, no lograron lanzarse a predicar al mundo. Quizá sean así las dinámicas humanas; las grandes experiencias necesitan su tiempo para entenderlas, para posarlas, para gustarlas y para testimoniarlas… Algo de eso hay en nosotras. Por eso hoy, terminado el tiempo pascual y retomando el tiempo ordinario, decidimos hacer memoria para dar testimonio de todo lo visto, oído, sentido y vivido en esta Semana Santa compartida con las diferentes comunidades de Muisne y Santa María.

Dejamos Quito, el frío, la sierra, la ciudad… para viajar durante algunas horas rumbo a la costa esmeraldeña. Las novicias con nuestra maestra a Muisne, y las hermanas Elvira y Josefina a Santa María de los Cayapas. La hermana Domi se quedó en Quito acompañando a Rosita, la provincial.
Los dos primeros días en Muisne fueron de encuentro con las hermanas, con la comunidad parroquial, de adaptación al clima y de preparación a la Semana Santa.

Los dos siguientes los compartimos con los jóvenes de las distintas comunidades en una “prepascua” juvenil, marcada por el entusiasmo de los muchachos, sus deseos de caminar en el seguimiento de Jesucristo y sus ansias por ser más activos en sus comunidades locales. Bajo el lema: “Amados y Enviados” tratamos de introducirnos en el infinito misterio de Amor del triduo pascual, con talleres preparados para empaparnos del sentido de las celebraciones de cada día. Fue un gozo enorme compartir con estos jóvenes buscadores de Dios y llenos de entusiasmo y de vida para entregar a la Iglesia.

Terminada la Pascua y con el corazón lleno y dispuesto a vaciarse para volver a llenarse de nuevo, partimos de dos en dos, como los discípulos, rumbo a las diferentes misiones. Adriana (la maestra) y Mayra (novicia costarricense) fueron a San Salvador, donde compartieron estos días con el pueblo chachi. Joana (novicia portuguesa) e Isabel (novicia mexicana), acompañaron a las poblaciones costeras de Bolívar y Portete. Mariana (novica ecuatoriana) y Beatriz (novicia española) acompañaron a las comunidades interiores de Pueblo Nuevo y Matambal, llegando también hasta Palmajunta y El Salto.

Para no perder ningún detalle, cada una de las parejas ha decidido contarnos su experiencia:

Pascua Chachi en San Salvador (Adriana y Mayra).

Cinco  días en la comunidad indígena Chachi, una experiencia inolvidable. El miércoles santo a las 8am salimos 3 misioneros rumbo a San Salvador, inició nuestra travesía, primero en autobús, luego en un carro 4x4 para poder hacerle frente a un camino de puro lodo. Cuando se acabó la carretera, esperamos una canoa que nos llevaría hora y media por el río hasta llegar a nuestro destino. El viaje en canoa fue toda una aventura. Conforme avanzábamos nos íbamos adentrando en la montaña, una vegetación exuberante a ambos lados del río con colores perfectamente combinados en donde predominaba el verde en sus diversas tonalidades, nos envolvía el aire puro, un ambiente húmedo y nubes que nos hablaban de que pronto llegaría la lluvia. Cuando llegamos, nuestras primeras palabras fueron con unos niñitos que vivían en la casa que nos acogió y ante nuestra palabras de - “Hola, ¿cómo están?”-, no hubo ninguna respuesta, ni expresión pues nos dimos cuenta que solo hablaban su dialecto, el chapalá. En ese momento otro lenguaje más útil, el del amor, de las sonrisas, de los juegos, de la expresión fueron nuestro recurso más importante. 

En estos días encontramos personas muy sencillas, acogedoras, generosas, con una riqueza cultural impresionante, personas de campo, de trabajo duro, mujeres valientes que sacan adelante a sus numerosos hijos… En definitiva nos encontramos ante una realidad muy diferente a la de ciudad en la que sin duda encontramos a Jesús que ya nos precedía y vive ya en cada uno de ellos y en el hermoso ambiente que los rodea. Esta misión fue para nosotras una fuerte invitación a acoger  a nuestros hermanos, acoger sus culturas, ambientes, una misión de 5 días que invita a estar y ser más que a hacer, a compartir la riqueza que el Resucitado va dejando en cada pueblo. ¿Quién se anima para el próximo año?

Mayra en la canoa.


Adriana con la familia de José, el catequista.

Pascua entre manglares, en Bolívar y Portete (Joana e Isabel)

Fue una experiencia realmente bella y un gran regalo de Dios para nosotras. Hemos estado en dos pueblos de la provincia de Esmeraldas (Ecuador) que se llaman Bolivar y Portete. Un lugar de ensueño no solo por su naturaleza (en medio de los manglares) sino y principalmente por sus gentes. Son pueblos muy jóvenes con muchos niños y niñas. A pesar de que las carreteras aquí en Ecuador son cada vez mejores, todavía existen estos pueblos en los que para llegar de la ciudad es necesario coger varios medios de transporte como dos autobuses, motos triciclo y lancha, porque están en una isla. Afortunadamente, ya llegan a estas comunidades los cuidados básicos de salud y la educación básica.

Por sus difíciles accesos y también por falta de misioneros y misioneras, son comunidades que no tienen Eucaristía toda la semana, alguna una vez por mes, otras una vez por año. Gracias a Dios hay catequistas en las comunidades que, con más o menos ánimo, intentan mantener vivos los valores cristianos. Realmente hemos constatado el rostro de Dios en cada una de las personas y sobretodo al ver cómo Dios suscita su Espíritu en todas partes, puesto que, en medio de muchas dificultades y grandes desánimos y aún sin la presencia constante de un sacerdote o de alguna hermana religiosa que les acompañe continuamente en la celebración de la Fe, hemos visto cómo aún sigue habiendo personas comprometidas por Dios y por el Reino en lo concreto de su pueblo y de su gente.

Así pues, nos damos cuenta de que nuestro Dios, todo lo que quiere lo hace y es Él y solo Él quien hace germinar, manifestándose en los sencillos para que estos sean signo de esperanza en medio de su pueblo. Lo vimos sobre todo en las catequistas que a pesar de no tener una gran formación teórica o una continua alimentación espiritual por parte de la parroquia, siguen fieles y son la referencia de la Iglesia en sus comunidades. Y aunque se desanimen muchas veces por la falta de respuesta de las gentes de su pueblo, se mantienen fieles deseando continuar compartiendo como catequistas, con los niños y a las personas con quiénes viven.




Con estos y muchos signos de vida y de esperanza en medio de las grandes dificultades y del caminar del pueblo hemos experimentado a Jesús Resucitado, que resucita no con grandes algarabías ni en los tumultos ostentosos sino en la sutileza de la vida diaria y en la sencillez de cada persona. Esto nos lleva a estar más conscientes y seguras que este Dios en el cual creemos, se abajó para encarnarse en lo débil de la humanidad. Que después de su muerte, vuelve a resucitar y se vuelve a encarnar en la humanidad. Sigue habitando en cada uno de nosotros y continúa dando signos de esperanza y de  fidelidad a su pueblo caminando a nuestro lado.

Queridos amig@s, creemos que todos y cada uno de nosotros somos potenciales luces del Resucitado para los demás. Sabemos todos, por experiencia personal, el poder que puede tener una palabra y un gesto de acogida y de cariño, de perdón y de solidaridad, y creo que sabemos también el poder que puede tener la palabra y el gesto contrario. En la Pascua, para los que creemos, Cristo Resucitado es el que se acerca a cada uno de nosotros con gestos y palabras de aliento y esperanza y nos invitar a hacer lo mismo por los demás. Es algo tan bello que no podemos guardarlo solo para nosotros, sino que hay que compartirlo. Y aunque no creamos, no dejemos de ser esta luz en medio de la oscuridad, en nuestra familia, en nuestro trabajo, en la escuela o universidad. Os invitamos a no cerraros solo en vuestra vida o individualidad sino ir al encuentro de los demás construyendo ambientes fraternos y acogedores. Y ya saben esto se puede hacer donde estamos pero hay algunos de nosotros que nos sentimos llamados a partir, a ir a lugares donde es necesario que las personas hagan esta experiencia de la acogida y de la esperanza, esta experiencia de que vale la pena vivir en fraternidad, en comunidad. Por eso en la misión hay lugar para todos.


Pascua en movimiento, en Pueblo Nuevo, Matambal, Palmajunta y El Salto (Mariana y Beatriz)

Las comunidades de Pueblo Nuevo, Matambal, Palmajunta y El Salto son de las más cercanas a Muisne, donde se encuentra la comunidad de las Misioneras Combonianas y la Parroquia de San Luis Gonzaga, de los padres del Verbo Divino, por lo que pudimos compartir la Semana Santa con comunidades que cuentan periódicamente con la visita de las hermanas, los padres y los laicos de la parroquia.

Percibimos el gran trabajo hecho en el ámbito de la formación de los catequistas, muy capaces y nada dependientes a la hora de guiar a sus comunidades, pero también vimos el vastísimo trabajo que aún queda por hacer en aquellas comunidades.

Marianita, se empleó a fondo en la animación con los más jóvenes de Pueblo Nuevo y tras pocas horas de nuestra llegada ya había un batallón de niños y jóvenes dispuestos a participar, ayudar y organizar todo lo que fuera necesario. Y así lo hicieron: limpiaron la capilla, prepararon cantos, oraciones, el viacrucis viviente, la vigilia pascual… Hubo tiempo hasta para jugar algún que otro partidillo de fútbol y de visitar otras comunidades como jóvenes misioneros. En poco tiempo lograron sembrar el deseo de formar un grupo juvenil con reuniones periódicas y participación activa en la comunidad y en la parroquia. Y ahora, cincuenta días después sabemos que ya han dado pasos. También junto con Beatriz, los catequistas y algunos jóvenes, visitaron casa a casa a las familias de las distintas comunidades, pudiendo palpar más de cerca las alegrías y dificultades de las personas con las que convivían.

Beatriz anduvo por los caminos, acompañando a las comunidades de El Salto, Palmajunta, Pueblo Nuevo y  Matambal, participando cada día de las celebraciones en una de estas comunidades. Fue una experiencia de Dios, un regalo único en este tiempo de noviciado para experimentar el gozo de ir por los caminos al encuentro de las personas para compartir la vida y la Buena Noticia. La celebración del Jueves Santo en El Salto, el Vía Crucis entre Matambal y Pueblo Nuevo, el Sábado Santo en Palmajunta, la Vigilia Pascual en Matambal y en Pueblo Nuevo… Y Dios en todas partes, clamando que es un Dios de Vida y no de muerte. Un Dios de Domingo de Resurrección que antes ha pasado por el Viernes Santo.

No nos cansaremos nunca de agradecer a Dios por todas las personas con las que hemos compartido esta Semana Santa. Por su capacidad para acogernos y cuidarnos; por su cariño y sencillez; por su anhelo de vivir más cerca de Dios y más cerca de sus hermanos; por su amor por toda la creación; por el compromiso (pese a las dificultades) de l@s catequistas; por abrirnos las puertas de sus casas para hablar y rezar juntos. ¡El Señor ha estado grande con nosotras y estamos alegres!

Beatriz en el Viacrucis entre Matambal y Pueblo Nuevo

Marianita con los jóvenes.
El don de la vocación misionera comboniana nos colma de alegría y la fuerza del Espíritu del que nos ha amado y enviado nos empuja para seguir caminando y testimoniando al Dios de la Vida, a Jesucristo Resucitado.

Un abrazo inmenso de parte de la comunidad del Noviciado de las Misioneras Combonianas de Quito, Ecuador.

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