47 personas de 18 a 75 años, provenientes de Brasil, Colombia, España, Inglaterra, Italia, Malasia, Portugal… Caminando tras las huellas de San Daniel Comboni, “mendigando” su PASIÓN por Dios y por la humanidad. ¿Se te ocurre un plan mejor?
Del 5 al 13 de Agosto se ha llevado a cabo un Campo de Verano muy especial para jóvenes apasionados por Cristo, Comboni y la Misión. Con ese título “Mendicanti di Passione per Dio e per l’umanitá”, 47 jóvenes (unos de edad y otros de espíritu), nos hemos puesto en camino, tratando de “rastrear” las huellas Comboni por los distintos lugares en los que pasó su infancia y juventud.
El punto de partida… La realidad cotidiana de cada uno. Con un soplo leve, seguramente del Espíritu, que nos ha empujado para dejar nuestras tierras de origen, coger la mochila cargada con lo imprescindible y embarcarnos en esta “aventura comboniana” de encuentro, camino, oración, gozo y VIDA en ABUNDANCIA.
Unos buscaban la alegría del encuentro, otros un conocimiento más profundo de Comboni, otros, ir a las raíces de una vocación ya definida, otros la apertura de ojos y corazón para descubrir el sueño de Dios para con ellos, otros la valentía suficiente para decir que sí... Para todos y cada uno, el Señor tenía algo preparado y Comboni, el camino y la comunidad han sido los canalizadores del mensaje.
Después de días de viaje (los jóvenes portugueses llegaban en furgoneta tras cruzar Portugal, España, Francia e Italia), por fin nos encontrábamos todos. Dinámicas de presentación, cuestiones de logística y alguna de las primeras claves de este campo: Cambiar la mirada para ver más allá de lo evidente; abrir los oídos, para poder ahondar en lo profundo; disponer las manos para acariciar, acompañar y trabajar; liberar el olfato, para percibir la VIDA por todas partes y saborear y gustar tanto los sufrimientos como las alegrías que íbamos a compartir esos días.
En Verona nos encontramos con siglos de historia ante nuestros ojos. De Historia de la Humanidad y de Historia Comboniana: la urna con los restos de Comboni, la casa Madre de los Combonianos, el Instituto D. Mazza (donde Comboni creció, descubrió su pasión por Cristo y por la misión africana y sufrió las primeras cruces), la Iglesia de Santa María in Organo y la Casa Madre de las Combonias (comprada por Comboni para las Pias Madres de la Nigrizia y donde reposan los restos de Giuseppa Scándola y María Bollezzoli).
Además de la Historia, el pasado más reciente, el presente y el futuro de la familia comboniana: el museo africano con la muestra del padre y médico comboniano Giuseppe Ambrosoli (en proceso de beatificación por una vida entregada por Cristo al pueblo ugandés) y las instalaciones de la revista Nigrizia, de Afriradio y de la televisión comboniana.
3º, 4º y 5º días de camino: S. Pietro in Cariano – Caprino Veronese – Santa María de la Corona (7, 8 y 9 de Agosto)
Un camino con tramos sencillos, dominados por la monotonía de la planicie y el alquitrán; tramos con cuestas, difíciles, pesados, donde agarrarse a la cruz y cargar con ella y para descubrir la bendición de “ser llevado” cuando nuestras fuerzas terminaban.
Un camino para recorrer con el grupo, orando, contemplando, cantando, riendo, sufriendo, y para caminar en silencio, descubriendo que éste estaba habitado de miedos y certezas, de sombras y mucha luz. Un camino para recorrer junto a Comboni, a Oliboni, a las Pías Madres de S. Pietro in Cariano.
Un camino unas veces recorrido con firmeza y seguridad transmitida por quien guiaba y otras veces dominado por la incertidumbre de quien no conoce y no se fía del guía, que nos llevó a hacer kilómetros de más y a agotar las fuerzas, el agua y los víveres.
Un camino restituido con la ayuda de aquellos que nos esperaban con alegría, con agua fresca para beber y lavar, con comida recién hecha y “colchón” para descansar, con gasas y yodo para curar, siendo un testimonio humilde y claro de servicio y entrega.
Un camino con los ojos fijos en la cruz, que nos hacía continuar siempre al frente (a pesar de todas las dificultades y cansancios) y que nos llevaba hasta el mismo corazón de Jesús, por medio de María.
Y además de caminar… Tiempo para reflexionar y compartir lo que entendemos por misión (iluminados por el Espíritu que nos ayudó a entender todas las lenguas); testimonio apasionado y revolucionario, del P. Filo misionero en el Chad; concierto-oración con acento portugués y corazón misionero; reconciliación, rosario y meditación silenciosa para acompañar con María algunas situaciones cargadas de dolor en nuestro mundo.
6º, 7º y 8º días: Limone (10, 11 y 12 de Agosto)
Con el camino hecho, los pies doloridos y el corazón ensanchado, la tierra prometida nos esperaba. Desde Caprino, en bus hasta Malcesine y de allí, en barco hasta Limone, cruzando el Lago di Garda (como tantas veces habría hecho Comboni) cantando a pleno pulmón: África o muerte.
Al llegar, calurosa acogida del P. Manuel y del H. Antonio, una vez más poniendo en práctica lo aprehendido de sus pueblos, Congo y Brasil.
Limone huele a santidad cotidiana, a amor aprendido en la sencillez del hogar, a sacrificio y esfuerzo, a Domenica y a Luiggi…Limone está dominado por el lago y las montañas. Pero la mirada infinita de Daniel se intuye en todas partes: en la cumbre de las montañas donde gritamos ÁFRICA O MUERTE y en la orilla del lago, donde nos sentimos como aquellos de Galilea…
En Limone hemos entendido mejor lo que Daniel tiene de místico y de profeta, de hombre de oración y de acción, de mirada al alto y pies en tierra. Hemos gozado del silencio del retiro, donde Dios parecía agitar nuestros corazones más que nunca. Hemos celebrado la Eucaristía sintiéndonos en comunión con todos los pueblos de la Tierra (especialmente los que están sufriendo la violencia de la guerra en estos días). Hemos dado gracias, unidos a todos nuestros hermanos y hermanas, por el don de la fe y de la vocación como Misioneras y misioneros Combonianos.
En Limone, hemos sentido que Comboni reía, festejaba, y rezaba con nosotros. Así fijando los ojos en Jesús, amándolo tiernamente, Daniel nos enviaba a continuar su sueño apasionado de llevar la Buena Noticia a los más pobres y abandonados de la Tierra.
Daniel, tu obra no ha muerto, 132 años después sigue viva, 132 años después sigue apasionando nuestros corazones, 132 años después sigue habiendo pueblos que esperan hombres y mujeres, santos y capaces de entregar su vida por amor a la humanidad y a Jesucristo. 132 años después de tu muerte y en el décimo aniversario de tu canonización queremos gritar contigo: ¡ÁFRICA O MUERTE!
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