miércoles, 15 de agosto de 2012

Sólo el amor nos alumbra



Llevo dando vueltas por la estación de Oriente, en Lisboa, unas tres horas. Miro la mochila y mis pies y me pregunto si realmente seré capaz de caminar los 100 km que nos separan del santuario de Fátima. Tengo sin embargo, tantas ganas de ver a algunos amigos y a las hermanas combonianas que la pregunta no se mantiene demasiado tiempo en mi cabeza.

¡Allí están, en la segunda planta! Antes de que me dé cuenta, somos casi ochenta personas dispuestas a subirnos al tren que nos llevará a Azambuja, el pueblo desde donde comenzaremos la caminhada. Después de hacer la inscripción y que nos den nuestro librito de peregrinos, compartimos la cena y algunos aprovechamos para ponernos al día de las últimas novedades desde que no nos veíamos. Antes de irnos "a la cama", los animadores y responsables nos explicaron el tema de nuestra peregrinación hasta Fátima: "Ven, ve, vive...¡ve en misión!", así como el motivo central que guiaría las dinámicas que estaban preparadas para cada etapa del camino: la cuerda. De hecho, la cruz que nos acompañaría sostenía un Cristo hecho con cuerdas. Pero, ya es hora de irse a dormir (¡preferimos no pensar a qué hora nos levantamos!) y el padre Carlos nos bendice a nosotros y a los bastones que nos sostendrán durante los kilómetros que nos quedan por delante.


Tres en punto de la mañana.
"Pessoal, bom dia!Vamos, embora!" repite insistentemente el hermano Neto por los cuartos.

Lucho con el saco para que vuelva a la mochila. Tengo los ojos pegados y la misma pregunta en la cabeza que el día anterior "¿Seré capaz de hacer esto?" Saludo en el pasillo a un amigo "¿Has dormido bien?" "Bueno, no he dormido nada, la verdad" Y comenzamos a caminar de noche, con una pieza de fruta en el bolsillo, la linterna y mirando al suelo para no tropezar. Casi está rallando la luz el cielo cuando nos toca girar a la derecha y atravesar corriendo un maizal...¡los aspersores están trabajando! No salgo muy mal parada, pero algunos llegan al final convertidos en "caldo verde". Lo peor no es haber acabado con una ducha matutina, sino que nos hemos equivocado de camino y no queda otra solución que desandar un buen trecho para encontrar el correcto. Pienso en todas las veces que he desandado un camino en mi vida, la de vueltas y curvas que he cogido y las pocas veces que he tenido la certeza de estar en el camino adecuado. Y decido no enfadarme demasiado, aunque me preocupa el sol y el calor que vamos a tener que soportar en grado extra.



Después del desayuno, recogemos de la Cruz nuestra cuerda: nos servirá para presentarnos en pequeño grupo y elegir un nombre, que daremos a conocer en la Eucaristía de la tarde. Llegar hasta Las Laranjeiras va a ser duro: el sol cae a pedazos. Pero los que están mejor, animan a los que ya no pueden más: cantando, rezando, haciendo reír, dando conversación para no pensar demasiado, cargando agua para dar de beber al sediento, cargando la mochila del compañero. Y aunque costaba creer que llegaría...¡allí están los naranjos, allí está la sombra! La carrinha de apoyo nos tiene preparado todo para que sólo tengamos que llegar y desplomarnos en el suelo. Me tumbo al lado de quien me espera, después de quedarme descalza. La brisa nos refresca bajo las ramas de la laranjeira. El sol se asoma entre las hojas. Siento tanta calma y tanta paz que no me movería de allí. Escuchamos un trozo del Passo-a-rezar. Después de la magnífica comida que nos habían preparado, caigo rendida en una beatífica siesta.

A la sombra de los naranjos.

La misa la celebramos allí mismo. Nuestro altar es una nevera de la playa. La Eucaristía nos da aún más fuerzas y más empuje para emprender la tercera etapa. Hasta los más doloridos insisten en continuar a pie. Así que allá vamos de nuevo: Vamos, embora! Nuestra meta está en Santarem, en la casa que los misioneros combonianos tienen allí. Reconozco que mi motivación durante esos kilómetros fue la piscina que decían que había (¡aunque sospeché que se trataba sólo de un rumor!) Bea y yo llegamos de las últimas (para eso somos muy combonianas: "siempre con los últimos" :P) cantando una versión de "Ya están pisando nuestros pies tus umbrales...¡Santarem!" Milagrosamente, llegué sin una ampolla en los pies. Corrí a ponerme el bikini y salté con infinito entusiasmo a la piscina porque no, no era un rumor.



El jueves, lo reconozco, lo empecé con un agujerito negro en el ánimo: uno de nosotros tenía que abandonar la peregrinación por una lesión. Y por si fuera poco, también era el día más difícil y duro "físicamente hablando": cuestas arriba y cuestas abajo. Yo no podía más. Pero es aquí donde entra el ingrediente mágico de la amistad, la fuerza de voluntad y la oración que nos sostenía en vivo y en directo, o a través de los que nos acompañaban desde lejos. Bea tiró de mí y aunque llegué a la hora de la comida con lágrimas en los ojos del cansancio, fuimos capaces de superarlo. Dormir, comer bacalhau, recibir ánimos vía móvil y la Eucaristía hicieron su tarea...Y partimos de nuevo: la sierra de Minde nos esperaba.


Hoy por ti, mañana por mí

"Nada te turbe, nada te espante, quien a Dios tiene
nada le falta..."

Contra el dolor, cariño y sabiduría.

¡Qué duro fue, qué duro!Las lágrimas de dolor e impotencia corrieron a borbotones, pero...¿nos rendimos?¡No! :) Con paciencia e infinito cariño, nos ayudamos mutuamente para que todos pudiéramos cumplir la promesa que habíamos hecho. Peleamos como jabatos con cada piedra del camino para llegar hasta la cima. Los abrazos y los besos se repartían sin medida. Éramos un equipo y nadie se iba a quedar atrás. Llegamos, llegamos al cuartel de los bomberos. Más muertos que vivos, pero con la satisfacción de haber superado un día más. Fátima estaba cada vez más cerca.



 ¡Juntos SÍ que podemos superarlo!

Yo miraba mis pies, intactos. La pregunta de "¿Seré capaz?" se había convertido ahora en una exclamación rotunda "¡Sí, soy capaz!" Me dormí, como siempre, agarrada a la medalla de Nossa Senhora de Fátima. ¿Soy capaz?¿es esto mérito mío? Pienso realmente en mis fuerzas y en mi condición física y tengo que responder que no. Deslizo los dedos por su imagen. Sé por qué he venido, sé por qué llevo en las espaldas casi cien kilómetros, sé qué sentido tiene todo este cansancio y toda esta energía a la vez. Sé que es sólo el Amor el que me mueve y que sin Él no hubiese avanzado un sólo paso.  Sé a quiénes llevo en el corazón y sé que quiero que ellos también llegue a los brazos de Nossa Senhora. Sé que no depende de mí, que es ella la que me atrae. Decir que el amor es la razón que me ha traído aquí puede sonar demasiado cursi, demasiado abstracto, demasiado increíble. Pero tampoco sé darle otro nombre.


¡Por allí, por allí! :)

El viernes ya todo olía a Fátima...¡estábamos tan, tan cerca!El camino se nos hizo llevadero, la alegría aumentaba por momentos, también los nervios, las ganas, hasta la velocidad con la que caminábamos. El grupo del norte, que había salido desde Coimbra, también avanzaba hacia el mismo destino. Y, finalmente...

¡Allí estábamos, habíamos llegado a Fátima, habíamos llegado al Santuario de Nossa Senhora!


Españolas, colombianas, portugueses, ingleses, italianos...Da igual de dónde venimos
¡porque todos tenemos la misma meta!

Saltos, risas, abrazos, llamadas por teléfono para anunciar que TODOS estabais allí con nosotros...Yo esperaba ansiosa poder llegar a la capillita para darle gracias a la Virgen por haberme llevado en volandas hasta aquel lugar. Realmente, la oportunidad llegó aquella noche, en la procesión de las velas. Me emocionó como a una niña pequeña poder rezar el rosario una vez más...una vez única. No lo diré en voz alta, pero lo cierto es que hasta este verano no lo he rezado completo nunca. Y no deja de tener su gracia que haya sido en un idioma que no es el mío, pero que sí que me unía con los amigos y el país que siempre me ha acogido incondicionalmente y con tanto cariño.

Unidos en la oración


El sábado era el día previsto para el gran encuentro nacional de la Familia Comboniana. ¡Reconozco que no podía salir de mi asombro con la cantidad de gente que mueve esta familia en Portugal! Decenas de autobuses llegados del norte y del sur trajeron a cerca de cuatro mil personas, todos unidos por el carisma de san Daniel Comboni: hermanas, padres, hermanos, laicos, seculares, amigos, jóvenes, mayores, matrimonios, familias enteras. Tras el encuentro en el auditorio, compartimos la comida y nos congregamos en la capilla de la Santísima Trinidad para celebrar en la misa nuestra unión.




Como broche final, esta foto. Allí estábamos todos los que con nuestras dudas, temores, ilusión y alegría comenzamos a andar...camino de la misión que Dios nos tiene preparada con inmensa ternura. Ahora es nuestro turno para volver a decirle que SÍ.



1 comentario:

  1. Sí que parece un milagro que hayas hecho la caminhada, pero los milagros existen.
    Que Dios te bendiga y te dé las suficientes fuerzas para que consigas todo lo que quieres ^^

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