La capilla de la Casa provincial se llenó de hermanas, vecinos y personas amigas, en la Eucaristía de ayer por la tarde (martes 28 de agosto) para dar el último saludo a nuestra hna. Marisa Orueta y ofrecer nuestra oración y agradecimiento al Señor per su presencia, su vida, su misión.Fueron muchos los testimonios compartidos de los valores y recuerdos que la hna. Marisa ha dejado en el corazón de muchas personas.
La larga vida misionera por la cual la hna. Marisa, española, siempre se mostró feliz, se desarrolló en Ecuador, México y Perú. Siempre hablaba con satisfacción de haber sido enviada al Ecuador luego de su profesión. Después de su primera “causa común” con las poblaciones afro de la Costa de Esmeraldas había pasado a trabajar con los indígenas de la Sierra Andina, a Sigchos- Latacunga.
En México acogió a las futuras misioneras de las primeras generaciones de jóvenes mexicanas y al volver al Ecuador, dedicó muchos años a los niños del Colegio de las hermanas Oblatas, en Quito. Más que una profesora era para ellos una amiga, siempre atenta a escuchar sus preocupaciones y sufrimientos a causa de dificultades y divisiones familiares. No la llamaban ni hermana ni madre, simplemente: Marisa.
También los vecinos la querían mucho; a los enfermos y ancianos les llevaba cada domingo la comunión junto a su comprensión y cariño. La enfermedad de los últimos tiempos no le ha quitado nunca la serenidad, la generosidad en los servicios que podía hacer y en la oración comunitaria en la cual siempre compartía su amor y celo misionero.
Su vida aquí en la tierra ha terminado pero su presencia estará siempre con nosotras.
Fue la primera Comboniana que conoci en Peru, fue en mi Parroquia cuando era catequista, los niños se deleitaron al escucharla y yo tambien
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