sábado, 12 de enero de 2019

Encuentro Taizé

Del 28 de Diciembre de 2018 al 1 de Enero de este nuevo año, ha tenido lugar en Madrid el 41º encuentro ecuménico organizado por la comunidad de Taizé para jóvenes en Europa. Lo cual ha llevado a Madrid a unos 15.000 jóvenes de todas partes del mundo.

Hace unos meses, nos propusieron asistir a este encuentro al grupo Combojoven y yo me apunté casi sin pensarlo ¿Por qué? ¿No son acaso unas fechas para pasarlas en familia? En mi caso más aún porque celebro mi cumpleaños, pero precisamente por esto tomé esa decisión, me considero una persona bastante familiar, pero mi concepto de familia no se limita a aquella en la que naces, para mí es un grupo de personas con las que puedes compartir tu vida, construyendo mano a mano andamios que nos ayudan a seguir creciendo, como cristiana además, siempre han resonado en mi cabeza las palabras que hace ya bastante tiempo nos dirigió Jesús,  con las que nos vino a decir que su familia eran aquellos que oyen la palabra de Dios y la cumplen. 
Celebración conclusiva en la iglesia de acogida San Juan Bautista
Con todo esto, el día de los santos inocentes dejaba a mi familia en Francia y aterrizaba, con bastante retraso, en Madrid, lo cual me impidió participar ese día en el encuentro. Las siguientes jornadas tuvieron una estructura similar, por las mañanas desayunábamos juntos todos los que nos hospedábamos en la misma casa, en mi caso era la casa de los combonianos en la que también estaban acogidos un grupo de polacos, otro de ucranianos y otro grupo de Portugueses, este último  era parte del JIM de Oporto, algo así como el Combojoven de Portugal.

Después nos reuníamos por parroquias para hacer la oración de la mañana y tras rezar nos dividíamos en grupos más pequeños para o bien conocer algunas de las comunidades locales o bien leer y reflexionar en común sobre algunos textos. Un aspecto que me gustó mucho de las mañanas es que no nos dividieron por nacionalidades, sino por cercanía con nuestros lugares de hospedaje, con lo que en cada parroquia había representación de multitud de nacionalidades, lo que propició mucho más el dialogo y la integración y nos permitió conocer diversos contextos.

El primer día nos tocó ir a conocer el hospital de San Juan de Dios y aunque toda su labor me pareció admirable y necesaria, tal vez suene raro, pero lo que más me sorprendió fue durante el café de fin de la visita cuando empezamos a hablar y compartir impresiones y experiencias con el resto de personas, cómo el ambiente era de apertura absoluta, donde las barreras de idiomas u otras posibles diferencias se convertían en puentes al dialogo y al compartir, en interés por conocer a los demás, donde como si del inicio de un chiste se tratase nos vimos dialogando una ucraniana, una mexicana, dos italianas y una española y en esas conversaciones, casi como conclusión de la broma, descubrimos que las italianas eran parte del grupo constituido por varios jóvenes GIM de Italia (que vendrían a ser como el Combojoven italiano) lo cual me emocionó bastante porque la mayoría eran de Verona y hace casi dos años participé en una de las experiencias más enriquecedoras de mi vida en el camino de Verona a Limone, siguiendo las huellas de Comboni. A continuación nos separamos para el almuerzo, pero volveríamos a juntarnos y me acabaría reencontrando con Federico, una de las personas con las que compartí la peregrinación a la casa natal de San Daniel Comboni.
Grupo comboniano de Italia, Portugal y España
Por las tardes, tanto el sábado cómo el domingo a partir de las tres, se ofertaban multitud de talleres, pero sólo daba tiempo a asistir a uno por día, de modo que decidimos ir el primero a uno de cuentacuentos y reconciliación y el segundo a otro de cantos y testimonios de cristianos en países árabes. Ninguno de los dos talleres coincidió con la idea que me había hecho de ellos pero no por ello me arrepentí de haberlos escogido, el primero me hizo valorar más aún la importancia de los cuentos en la transmisión de la cultura así como en el plano del conocimiento y crecimiento personal e interpersonal, además nos permitió descubrir la universalidad de los cuentos y personajes, cómo aunque cambien de piel de un continente a otro (de lobo a guepardo, de zorro a antílope, etc.) la metáfora de cada personaje así como la enseñanza de cada cuento sigue siendo la misma, o al menos similar, de modo que da igual donde hayas nacido, cual sea tu edad, tu planteamiento religioso o tu contexto socio cultural, los cuentos, sobre todo los tradicionales, nos ayudan a crecer, a aprender y a reconciliarnos, tanto con el otro como con nosotros mismos.

El segundo taller nos permitió conocer experiencias y algunas melodías de cristianos del Líbano y de Egipto, lo cual me pareció muy interesante, porque son iglesias que apenas conocía y unas comunidades que no suelo tener en cuenta cuando hablo o pienso en esta familia.
Siguiendo con el programa, todas las tardes, a partir de las 6 repartían en IFEMA la comida para todos los que estaban inscritos y aunque no era nuestro caso, nosotros llevábamos la comida de casa, porque los españoles no necesitaban inscribirse para participar en el encuentro, entrabamos igualmente para cenar con el grupo con el que hubiésemos compartido esa tarde. 
Oración en IFEMA
Sobre las siete y media comenzaba la oración en el pabellón contiguo. Las oraciones también tenían la misma estructura todos los días, lectura del evangelio, reflexión, peticiones, y meditación del padre Alois, todo ello intercalado con cantos en distintos idiomas. Al finalizar esta oración común comenzaba otra en torno a la cruz, acompañada de nuevo por distintos cantos meditativos.

Fuera de esta rutina, el 31 por la noche, a las once compartimos por parroquias una bonita oración final, la última del año, tras la cual iniciamos la “fiesta de los pueblos” que comenzó compartiendo las ya tradicionales doce uvas. En esta fiesta casi todas las naciones presentes en nuestra parroquia compartieron algo típico de su región ya fuesen unas canciones populares o villancicos, danzas tradicionales o algún juego.
Momento de la fiesta de los pueblos
A la mañana siguiente hubo una misa de nuevo en la parroquia pero en mi caso asistí a la de los Combonianos, a la que también asistieron los jóvenes del GIM, tras la cual estuvimos compartiendo cantos España e Italia, intentando estirar el tiempo lo máximo posible hasta que llegó la hora de partir.

Aunque más de una vez he participado en oraciones de este tipo, con un ambiente parecido y mismos cantos, esta ha sido mi primera vez en un encuentro oficial de Taizé, me cuesta expresar con palabras lo que ha supuesto esta experiencia para mí, pero lo que tengo claro es que me encantaría poder repetirla. Una de las cosas que más me ha marcado de este encuentro es comprobar cómo una misma fe, sin importar diversidad de ritos, idiomas o culturas, nos puede unir tanto que todas esas diferencias se desvanecen casi por completo; también me llevo la unión con esa familia Comboniana con la que he podido corroborar nuevamente que, aunque procedamos de distintos países, sigue existiendo una conexión especial, como si nos hubiésemos conocido de toda la vida a pesar de que aún nos cueste recordar los nombres de cada uno, he podido comenzar a crear nuevos lazos de amistad y como decía al principio, de familia, que refuerzan las ganas de seguir en el camino de la construcción o descubrimiento del reino de Dios.

Ana Isabel Tejada
Ana, a la izquierda, de camino al centro

 

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