jueves, 27 de diciembre de 2018

Pido la Paz y la Palabra


Querida familia y amigos:
Hace unos días leía una reflexión de Thomas Merton. Hablaba sobre la necesidad de entender la profundidad del misterio que celebramos en Navidad, y de lo fácil que nos resulta dejarnos llevar por la nostalgia (que no es mala) o por el consumismo loco que puede rodear estos días de desayunos, comidas, cenas y regalos (el consumismo no es bueno, no). Dice Merton que no se trata de sonreír al precioso niño que reposa en los pesebres de nuestras casas y capillas; si no de darnos cuenta de que lo que celebramos es el nacimiento del "gran profeta", "del Salvador".
La reflexión sigue... Son seis páginas... Pero no os voy a hacer la síntesis que no creo que a todos os interese. Después de leerla me quedaba con esas dos palabras: PROFETA Y SALVADOR.
Aunque aquí estemos en un pueblo entre montañas en una isla del Océano Índico (casi ná) el todopoderoso internet (cuando funciona) nos brinda la posibilidad de conectar con el resto del mundo. Y frente al panorama de miedo, violencia, desconfianza ante el diferente, banalidad, individualismo egocéntrico, pesimismo, "borreguismo", "estrechez de mente", "ceñimiento a la ley deshumanizada", idolatría de la imagen y el buen nombre, y de la tradición, que no se nos olvide la tradición...
Con este panorama... Como diría Blas de Otero, PIDO LA PAZ Y LA PALABRA.
Pero no cualquiera ni a cualquier precio.
La PALABRA que era Dios y estaba con Dios. Desde siempre.
La PALABRA que se hizo carne en una mujer: embarazada sin casar, emigrada, refugiada, bajo la violencia de un tirano cruel, sometida a una potencia extranjera, en un contexto machista, siendo hermana y cuidando la vida con otras mujeres... En una mujer que dijo SÍ a Dios y en Él a la VIDA, porque la PALABRA ERA VIDA. Y en una mujer que sacó las castañas del fuego en Caná (con el problemón de una boda donde no quedaba vino), que cuidó del Hijo, y de los amigos del Hijo. Que aguantó al pie de la cruz, sin que nadie le quitase ni un poquito de dolor ni sufrimiento. Y que mantuvo la esperanza de la humanidad toda... Cuando el que es la VIDA, parecía muerto.
Y la PAZ. La que el coro de ángeles anunció a los pastores (gentes de mal vivir de la época). Y que ahora desearía cantar y gritar con ellos para todos mis hermanxs que se duelen por la violencia. En Siria, en Yemen, en Centro África, en Congo, en Sudán, en Libia, en Venezuela, en Honduras, en El Salvador, en las plantaciones de té en Sri Lanka (elegido mejor destino turístico para el 2019), en las fábricas de China, en los burdeles de Thailandia y del mundo entero, en los caminos del Campillo...
Y en miles de casas donde se vive con violencia, en coles que parecen junglas, en las cárceles, en los CIES, en las vallas que cercenan sueños y vidas. En los parlamentos, donde todos esos encargados de velar por el bien común, se visten cada día de mentiras para ser más ricos y poderosos, sin importarles las vidas que cuesta su codicia.
Y en la Iglesia, santa y pecadora, para que no perdamos el Norte, que no es la ley ni la moral ultramontana, ni la "comodidad" de hacer el bien y no pecar... si no el Emmanuel, el Dios con nosotros, Jesús de Nazaret. El que nació desahuciado, eligió vivir humilde y honradamente, ajeno a la violencia, poniendo a la mujer y al hombre en el centro porque eso era cumplir la ley de Dios. El que habiendo amado a los suyos... decidió amarlos hasta el extremo, hasta la última consecuencia. Y el que por la fe, creemos que resucitó y prepara junto al Padre ese banquete donde la comida y el vino, y el espacio y la alegría no faltarán para nadie.
¡Vaya sermón os metido... Es que... cuando me apasiono... no mido!
Pues eso. Que os quiero y os extraño y rezo, mucho. Ante el Niño de mofletes sonrosados que yace en el pesebre y ante el hombre que ama en plenitud en la cruz.

¡FELIZ NAVIDAD! Con cariño, Bea

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