martes, 28 de febrero de 2017

Nepes




¡Quiéreteme! Una palabra compuesta con un significado único. Es casi una orden exigiéndonos a querernos. La pregunta podría ser, ¿quién nos está exigiendo que deberíamos querernos? Sencillamente, Dios nos dice que tenemos que querernos, que tenemos que aceptarnos, y esto lo hace precisamente desde nuestro prójimo. 

Los consejos de los demás nos ayuda a levantarnos, a entender lo que nos aturde, y a poder estar más cercano de Dios a través del consejo, la oración, y la fe viva. Durante este fin de semana hemos tenido la fortuna de aprender acerca de la importancia del agua, tanto físicamente como espiritualmente. Dar de beber al sediento no es una sugerencia abierta, sino más bien un derecho que tenemos todos como seres vivientes. Así lo ha sugerido el Papa Francisco. Luego en el aspecto espiritual, leímos acerca de Nicodemo. Se nos dice que seriamos capaces de aprender mucho más si nos dejásemos enseñar por nuestra propia infancia. De hecho, si uno observa a los niños, uno aprende que siempre viven el momento. Si tienen hambre, lloran, si están alegres, sonríen, y si tienen a un ser querido cerca de ellos, lo abrazan. Más aún, el texto que hemos leído nos ha indicado que también podemos aprender de los animales, de la naturaleza, y de todo ser viviente. 

 La sed es algo que determina nuestra supervivencia. Nuestro cuerpo está compuesto mayormente de agua, por lo tanto, el agua es algo que necesitamos imprescindiblemente para sobrevivir nuestro día a día. Una palabra muy interesante que he aprendido es: “nepes”, en la cual viene del hebreo. La palabra tiene dos significados: significa al mismo tiempo “alma, vida” y también “garganta, deseo, apetito”. Esto tiene un gran significado ya que la palabra sed en hebreo se refiero a lo espiritual y a la vez, a lo físico. Esto demuestra que tenemos que cuidar nuestro cuerpo (templo) y a la vez nuestra vida espiritual. Llegar a este entendimiento y poderlo aplicar en nuestra vida cotidiana demostraría un gran paso hacia el amor y respeto propio. 

 Como en todos los encuentros, siempre recibo una respuesta, ya sea directa o indirectamente. En este caso, yo había llegado un poco nublado, con problemas aparentes que se desvanecieron en un instante. Casi como la analogía del cuarto paso del hortelano; la lluvia de Dios. Como joven en el encuentro puedo decir que muchos, posiblemente, sentimos la misma sensación de recibir muchas bendiciones al estar todos juntos por una causa: Dios. 

Es cierto que ninguno de nosotros nos aconsejamos directamente, pero la semana es tan potente que seguramente nos abrimos a la enseñanza de Dios y permitimos que se nos aconseje, ya que siempre podemos aspirar a más sin duda alguna. Por lo tanto, lo único que puedo decir es que siento un gran agradecimiento hacia la familia Comboniana por regalarnos algo que no tiene precio. El regalo del consejo, del agua pura que viene de la lluvia de Dios.


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