Es fácil estar bien, cuando el motivo de la reunión es el que es, jóvenes caminando en busca de conocer la voluntad de Dios en nuestras vidas. El reencuentro siempre es bonito, porque venimos con ganas de compartir, de vernos y de sentir las novedades que traemos.
El sábado amanece con fuerza y con un“YO QUIERO SER TU ORACIÓN” que hace que Lorena, Ana, Lucía, María, Omaira, Silvia y yo cerremos los ojos un instante y entre los naranjos, reflexionemos acerca del tesoro que somos, con nuestros talentos y con nuestros limites. Una oración con la que empezamos el día, que describe algunas actitudes que aparecen en el Evangelio y resaltamos: la espontaneidad, la valentía, la confianza, el amor, la fe, gestos que tienen personas hacia Jesús y que queremos tener también nosotras. Después de dar gracias y ofrecer las horas que tenemos por delante, terminamos con una canción que nos pone las pilas, para la siguiente actividad.
Aprovechando que tenemos terreno al aire libre y que no llueve, organizamos (las hermanas y yo) una yincana, en la que tienen que ir buscando pistas, y descubrir el hilo conductor de la prueba. En realidad lo descubren en seguida, Omaira ha preparado una reflexión relacionando los cinco sentidos con distintos pasajes de la Biblia. El objetivo es que descubramos lo importante que son distintos aspectos de nuestra persona y de los demás por separado, y también el conjunto, además de experimentar las sensaciones cuando no se ve, no se oye, etc. La actividad resulta importante porque hace que salgan algunas experiencias relacionadas y que nos demos cuenta de la importancia de “las miradas” las que llegan desde fuera (de los demás) y las que nos juzgan desde dentro (nosotras mismas), y como nos condicionan de forma importante.
Comemos mucho y bien, porque hay que seguir cogiendo energía para la catequesis, Silvia nos habla de la casa de nuestra existencia, haciendo un análisis de lo que son nuestros cimientos. ¿Están levantados sobre arena o sobre roca? Es una bonita forma de pasar la tarde analizando donde se sustenta nuestra fe, y eso hace que el compartir sea verdaderamente rico. Además se suscitan muchas preguntas que a modo de debate y con la experiencia de cada una intentamos responder.
Para terminar la noche disfrutamos con el juego del “Pasapalabra Misionero” y respondiendo preguntas sobre la misión y Daniel Comboni a contrareloj, nos reímos y seguimos aprendiendo, y hablando…..hasta muy tarde.
El domingo temprano arriba porque hemos quedado para desayunar con nuestras amigas las monjas dominicas del Monasterio de Santa Ana de Murcia. Nos reciben en el locutorio y nos tienen preparada la habitación bien caliente con un rico desayuno hecho por ellas mismas. Las magdalenas hacen que nos resulte muy fácil escuchar el testimonio de Omaira, Lucía que ha estado este verano en Egipto y Sor Belén. Comparten con cariño los momentos de encuentro con Dios, los puntos de inflexión en sus vidas, y la alegría que da el estar en este camino de amor.
El fin de semana viene culminado con la celebración de la Eucaristía en la intimidad, en el coro, con la comunidad de clausura y nosotras y un padre Javeriano, Mario, que hace que sea aún más especial. Celebrando como familia, sintiendo muy nuestro lo que estamos haciendo y viviendo la fiesta del encuentro en el altar con Jesús resucitado y con los hermanos. Despedimos con el canto “tengo alma misionera” canto que han preparado las dominicas porque como ellas dicen su orden es de predicadores y por lo tanto tienen carisma específico de misión, así que se sienten también combonianas.
Contentas y llenas de entusiasmo, no nos queda más remedio que salir a tomar una cervecica y unas tapas por Murcia, que siempre esta espléndida a esas horas del día para saludarnos y volver cada una a nuestras ciudades con energía y las pilas muy cargadas para seguir siendo luz en nuestro mundo.
Carmen Aranda, laica misionera comboniana
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