La identidad explica la misión en la vida de alguien a través y por su ministerio: de un cierto modo de actuar. Sor María de Deus, que desde hace varios años trabaja en Ecuador, nos cuenta que una niña le dirigió un día la misma pregunta que le fue hecha a Juan Bautista en un momento decisivo de su vida y por su ministerio:
“Los Judíos enviaron desde Jerusalén sacerdotes y levitas a interrogarlo: “¿Quién eres tú?” El confesó y no negó: “Yo no soy el Cristo”. Entonces le preguntaron: “¿Quién eres?” (cf Jn 1,21).
Los primeros misioneros que evangelizaron la isla de Muisne (Ecuador) fueron Jesuitas. Ellos pusieron esa misión bajo la protección de San Luís Gonzaga, un joven que murió a los 23 años, mientras estudiaba teología para ser jesuita.
Después fueron muchos los misioneros que se sucedieron en la evangelización de la isla. Entre ellos también los misioneros combonianos. Recientemente llegaron dos Padres del Verbo Divino: Uno proveniente de Paraguay y el otro de la India.
Con ocasión de la fiesta del santo patrono, san Luis Gonzaga, los dos misioneros recién llegados, organizaron una novena en los distintos barrios de la isla y fuera de la isla, invitando también a participar a los grupos de trabajadores presentes, como los conductores de medios de transporte terrestre y fluvial, los pescadores, comerciantes, hoteleros y las fuerzas del orden.
Una tarde, durante la novena se reunieron a mi alrededor varios chiquillos capitaneados por Mayra, una niña de 7 años. La pequeña me miró con curiosidad y me quiso entrevistar. Me preguntó: ¿Cómo te llamas? Luego comprendiendo por mi acento que no era de ahí, me volvió a preguntar: ¿Dónde has nacido? Se calló un momento y luego quiso saber: ¿Tienes niños?”.
Sorprendida por mi respuesta negativa porque, en la isla, no existen mujeres sin hijos, preguntó: “¿No eres casada?”. Y cuando le dije una vez más que no, insistió: “¿Tienes novio?”. Cundo supo que no lo tenía, Mayra me miró con ojos incrédulos, pero enseguida exclamó: “¡Entonces eres una religiosa!”. Y añadió: “¿Ha sido Dios quien te ha pedido que no te cases?”.
Sí, le respondí, y con palabras sencillas le hable de mi vocación misionera, y de mi consagración a Dios para la Misión.
Es Dios quien hace nacer en el corazón de algunos, el deseo de poner su vida al servicio de la Palabra, la única verdadera luz capaz de dar sentido a la existencia de cada persona que nace en este mundo. Mayra había comprendido y yo lo confirmé: Sí, “fue Dios quien me pidió que no me casase”, porqué había llenado mi corazón de otro Amor y de otra Pasión. Por eso me encontraba allí, de la otra parte del océano, en aquella isla remota para hablar con mi vida del amor de Dios por cada uno de sus habitantes.
Aquella niña, Mayra y sus amiguitas, han ya vivido duras experiencias de violencia en el seno de sus familias. En sus corazones hay heridas profundas que solamente el perdón podrá curar, para ellas, es todavía algo imposible: En la sociedad que conocen impera la ley de la venganza. Pero Dios sabe encontrar el modo de revelarse a quienes lo buscan con humildad y sencillez. ¡Como los niños!
Entonces, madre, ¿Quién eres tú?
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