Poco a poco se aproxima el día de mi despedida, el día en que tendré que dejar mi misión de Mozambique. Sé que un día volveré, pero me duele salir y al mismo tiempo se que lo necesito, necesito descansar y seguramente me hará bien regresar a mi tierra, España, de la que salí hace casi 19 años.
Me voy con el corazón cargado de agradecimiento a este pueblo mozambiqueño que con tanto cariño me ha acogido siempre, desde mi llegada en 1991. A lo largo de todos estos años he podido vivir infinidad de experiencias que me han ayudado a “crecer por dentro” para decir que me siento muy enriquecida espiritual y humanamente.
Estos últimos 4 años los he vivido en Nampula, provincia al norte del país, en un barrio llamado Muahiviri Expansão, precisamente por ser una zona de la ciudad que se está expandiendo mucho, y como todo Mozambique en general es un barrio lleno de VIDA, de movimiento, lleno de niñas y niños que te saludan al pasar: “TATA IRMA” la verdad es que es increíble la cantidad de chiquitines que adornan las calles, son imágenes preciosas que me llevo guardadas en mi memoria.
Vivo con dos hermanas: Carmelina y Assunta, las dos ya superaron los 70 años de edad y son un tesoro de sabiduría y de modelo de amor para los más pobres. Las dos son italianas. Carmelina visita periódicamente Marattani, que es el nombre del lugar donde el gobierno ha instalado el centro de acogida para refugiados. Ahí Carmelina se encuentra con personas provenientes del Congo, Burundi, Ruanda, Somalia y Eritrea y todas en casa participamos de las experiencias de sufrimiento que estas personas viven. Assunta se dedica en cuerpo y alma a los más pobres del barrio: señoras viudas o abandonadas por el marido que tienen sobre sí 4 ó 5 hijos que mantener, enfermos de sida y viejecitas abandonadas.
Justo al lado de nuestra casa está el “LAR ELDA”, o sea, Hogar Elda, que es una casa para acoger a niñas. La mayoría de estas niñas son huérfanas a causa del SIDA, todas provienen de familias extremadamente pobres, lo que en muchos casos degenera en serios problemas de alcoholismo, prostitución y total desintegración familiar. Por ello decimos que son niñas en situación de riesgo; riesgo de acabar en la calle y en la prostitución. A estas niñas he dedicado mi vida en estos últimos años, ellas han sido mis maestras en el arte de amar, con ellas he aprendido lo que significa ser una “Madre de la Nigrizia” como nos quería Comboni.
En esta sociedad Mozambiqueña la situación de los niños y niñas es muy preocupante. El SIDA, y la situación de extrema pobreza en que vive la mayor parte da la población ha dado lugar al fenómeno de los “niños de la calle” que aumentan de día en día.
La Archidiócesis ha abierto un centro para estos niños y otras confesiones religiosas están abriendo casas para acoger a los chicos de la calle, nosotras hemos abierto esta casa para las niñas, ellas no se ven en las calles, al menos de forma tan evidente pero si son muchas las que son utilizadas como esclavas, maltratadas y sin posibilidad de ir a la escuela. La situación nos preocupa mucho pues son estas pequeñas las víctimas más vulnerables para el tráfico humano que aquí es un tema muy candente, estas niñas desamparadas son “mercancía fácil” que serán utilizadas después para la prostitución, sobre todo en el país vecino de África del Sur.
iLa historia que cada una de estas niñas carga sobre sus espaldas siempre me impresiona, como ejemplo cuento la de Inés, ella tiene 10 años y ha llegado a nuestra casa recientemente. Tiene un carácter alegre, es inteligente y especial para el teatro. Su papá murió de SIDA y su mamá lo padece,. Desde la muerte del papá la mamá con sus 4 hijos vive en pobreza extrema y fue la misma mamá que nos trajo a Inés. Hace unos días encontré a Inés sentada sola, me senté a su lado y le pregunté si todo iba bien, entonces ella me dijo:
“Estoy muy triste, de vez en cuando me quedo muy triste, sí, de repente…”
Traté de escuchar y entonces abrió su corazón para dejar salir todo el dolor que cargaba. Me habló de cuando murió su papá y a continuación murió su hermanito de 5 años, de hambre y de cómo ella tuvo que ir a casa de una señora para trabajar, con 7 años lavaba la ropa, buscaba agua cargando cubos de 10 litros sobre su cabeza, buscaba leña, y además era maltratada. No puedo explicar lo que sentí contemplando a esta pequeña que lloraba sin consuelo liberándose del dolor que la oprimía. ¡Como puede un niñita soportar tanto dolor!
Junto al Hogar de las niñas viven mamá Teresa y papá Antonio, ellos son los Papás del Hogar y se dedican en cuerpo y alma a las niñas, son un auténtico testimonio de lo que es ser cristiano, de lo que significa haber entendido el mensaje de Jesús.
Actualmente son 40 las niñas que viven en el hogar, la más pequeña tiene 5 años y la mayor 18; la mayoría llega al Hogar sin saber leer ni escribir, muchas nunca han ido a la escuela, así que toca poner manos a la obra. Se vive un ambiente de familia donde las grandes cuidan de las pequeñas y juntas cocinan, limpian la casa, cuidan de las gallinas, siembran tomates y disfrutan también de las danzas, teatros y canciones que son el mejor instrumento pedagógico para recuperar la autoestima y la alegría.
Desde el año 2003 que fue abierta esta casa han pasado por aquí muchas niñas que ahora son jóvenes mujeres felices. Algunas se casaron, otras siguen estudiando cursos superiores y siempre vuelven aquí, “su Hogar” su casa y su familia para saludar, pasar algún día de vacaciones y contarnos sus preocupaciones.
Sólo me queda agradecer a Dios por esta “Escuela de Vida” que me ha regalado, y agradecer a cada persona que de una manera u otra hacen que esta obra siga adelante, a quienes viven junto con las niñas y a quienes con su oración y cariño o contribución económica posibilitan un futuro más bonito para estas niñas.
Gracias de todo corazón;
Mari Carmen López Galán
(Misionera Comboniana)
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