lunes, 2 de marzo de 2020

Darlo todo y para siempre


El finde 15-16 de febrero tuvimos el encuentro de Combojoven en el que seguimos caminando para ver cómo podemos ser el cambio que queremos ver en el mundo, y esta vez lo hicimos desde la humildad. La verdad es que, desde el primer momento, llegar a la casa de los combonianos fue sentirme como en casa, un sitio donde Dios te espera pacientemente. Quiero compartir con vosotros tres momentos que para mí han sido cruciales:

El taller de por la mañana fue orientado más hacia la paciencia, hacia tener paciencia con los defectos del otro, que también es una forma de humildad porque para ser pacientes con los demás te tienes que dar cuenta de que ha habido Otro (Dios) que ha sido paciente contigo. También pudimos darnos cuenta de que muchas veces este "tener paciencia" no es inmediato y que no puede ir desligado del amor, hace falta mucho amor para mirar al otro con esa ternura y también para esperar sin perder la esperanza en que el otro pueda cambiar, sobre todo en esas situaciones en las que parece que no podemos decir nada o nadie va a escucharnos, hay que esperar.

El testimonio del sábado por la tarde nos lo dio el Padre Ismael, un misionero comboniano que ha pasado la mayor parte de su tiempo misionero en el Chad. Tres cosas resuenan en mi corazón de ese momento: la primera, verle a él, lo sencillo que era, el mucho amor que se veía que guardaba dentro y lo rápido que se abrió a nosotros. Esto me ha impactado porque la mayoría de misioneros que había escuchado eran personas abiertas y muy espontáneas, que estaban todo el rato riéndose, y en el caso de Ismael no fue así, lo cual fue precioso porque me hizo caer en la cuenta de que Dios llama a cada uno siendo quien es, que no tiene un canon con el que medirnos para decir si somos aptos para tal cosa o no. Otra cosa que me impactó fue que su vida misionera no está siendo en ningún momento como él se habría imaginado y, aún así, con todas las dificultades, dice que si volviera a nacer volvería a ser misionero. Y lo último que todavía resuena dentro de mí son las palabras "todo y para siempre" que utilizó para responder a una pregunta que le hicimos sobre decidirse a dar el paso o no. El runrún todavía sigue dentro de mi. ¿Darlo todo y para siempre? ¡Qué grande!

Foto de grupo
Lo que más me ha impactado de la catequesis del domingo ha sido descubrir lo paciente que está siendo Dios conmigo y la mirada que tiene sobre mi, no sólo soportando mis defectos (la indecisión, cambiarLe por cualquier otra cosa, mi impaciencia, mi carácter...) sino además mirándolos con ternura, con un amor infinito, justo como Jesús mira a Zaqueo, el pasaje que tratamos en la catequesis. Pero para poder darnos cuenta de este amor humilde de Cristo hace falta quitarse el miedo al qué dirán y subirse a la higuera a hacer un ridículo espantoso solo para poder verLe, esperando quizá ya algo, teniendo alguna idea de Quién puede ser ese Hombre que nos mira así. Os lanzó una pregunta, ¿Cuál es vuestra higuera? ¿Qué miedo dejáis atrás o estáis dejando atrás para poder subiros a ella y mirar a Jesús que pasa? 

Este finde para mí no solo ha sido descubrir más que significa ser humilde o paciente, sino reencontrarme con una casa en la que nunca se me cierran las puertas y que me acoge con los brazos abiertos, que me espera, que me quiere... He descubierto un poquito más la paciencia de Dios para conmigo estando con estos, cada vez más, amigos. 

Lourdes Melchor

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