El finde 15-16 de febrero tuvimos
el encuentro de Combojoven en el que seguimos caminando para ver cómo
podemos ser el cambio que queremos ver en el mundo, y esta vez lo hicimos desde
la humildad. La verdad es que, desde el primer momento, llegar a la casa de los
combonianos fue sentirme como en casa, un sitio donde Dios te espera pacientemente.
Quiero compartir con vosotros tres momentos que para mí han sido cruciales:
El taller de por la
mañana fue orientado más hacia la paciencia, hacia tener paciencia con los defectos
del otro, que también es una forma de humildad porque para ser pacientes con los
demás te tienes que dar cuenta de que ha habido Otro (Dios) que ha sido
paciente contigo. También pudimos darnos cuenta de que muchas veces este "tener
paciencia" no es inmediato y que no puede ir desligado del amor, hace
falta mucho amor para mirar al otro con esa ternura y también para esperar sin
perder la esperanza en que el otro pueda cambiar, sobre todo en esas
situaciones en las que parece que no podemos decir nada o nadie va a
escucharnos, hay que esperar.
El testimonio del sábado
por la tarde nos lo dio el Padre Ismael, un misionero comboniano que ha pasado
la mayor parte de su tiempo misionero en el Chad. Tres cosas resuenan en mi corazón
de ese momento: la primera, verle a él, lo sencillo que era, el mucho amor que
se veía que guardaba dentro y lo rápido que se abrió a nosotros. Esto me ha
impactado porque la mayoría de misioneros que había escuchado eran personas abiertas
y muy espontáneas, que estaban todo el rato riéndose, y en el caso de Ismael no
fue así, lo cual fue precioso porque me hizo caer en la cuenta de que Dios
llama a cada uno siendo quien es, que no tiene un canon con el que medirnos
para decir si somos aptos para tal cosa o no. Otra cosa que me impactó fue que su
vida misionera no está siendo en ningún momento como él se habría imaginado y, aún
así, con todas las dificultades, dice que si volviera a nacer volvería a ser
misionero. Y lo último que todavía resuena dentro de mí son las palabras
"todo y para siempre" que utilizó para responder a una pregunta que le
hicimos sobre decidirse a dar el paso o no. El runrún todavía sigue dentro de
mi. ¿Darlo todo y para siempre? ¡Qué grande!
Foto de grupo |
Lo que más me ha impactado
de la catequesis del domingo ha sido descubrir lo paciente que está siendo Dios
conmigo y la mirada que tiene sobre mi, no sólo soportando mis defectos (la indecisión,
cambiarLe por cualquier otra cosa, mi impaciencia, mi carácter...) sino además
mirándolos con ternura, con un amor infinito, justo como Jesús mira a Zaqueo, el
pasaje que tratamos en la catequesis. Pero para poder darnos cuenta de este
amor humilde de Cristo hace falta quitarse el miedo al qué dirán y subirse a la
higuera a hacer un ridículo espantoso solo para poder verLe, esperando quizá ya
algo, teniendo alguna idea de Quién puede ser ese Hombre que nos mira así. Os lanzó
una pregunta, ¿Cuál es vuestra higuera? ¿Qué miedo dejáis atrás o estáis
dejando atrás para poder subiros a ella y mirar a Jesús que pasa?
Este finde para mí no
solo ha sido descubrir más que significa ser humilde o paciente, sino
reencontrarme con una casa en la que nunca se me cierran las puertas y que me
acoge con los brazos abiertos, que me espera, que me quiere... He descubierto
un poquito más la paciencia de Dios para conmigo estando con estos, cada vez más,
amigos.
Lourdes Melchor
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