lunes, 29 de abril de 2019

¡Jesús Vive!

Junto con la Hna. Joana, comboniana portuguesa, os felicitamos la Pascua. Agradecemos a nuestra amiga Bea por la traducción del portugués. Las fotos son de la Pascua Joven Misionera organizada por la Familia Comboniana en Granada (España).

Queridos amigos/as,

¡¡Jesús Resucitó!! ¡Aleluya, aleluya!!

No quería dejar pasar esta oportunidad sin desearos a todos y a todas una Buena Pascua y, de esta manera, formar parte del coro de todos los que han experimentado a Jesús Resucitado y lo anuncian con gran alegría y conmoción. Jesús Crucificado…¡Resucitó!

¿Qué impacto tienen estas palabras en nuestras vidas? ¿Son solo palabras o el fruto de un testimonio vivo y experimentado? En esta Pascua me siento especialmente llamada por estas pequeñas señales, tal vez demasiado tenues y sutiles, de la resurrección. De hecho, San Juan evangelista describe esta “sutileza” en uno de sus primeros relatos sobre la resurrección. Nos cuenta que cuando los primeros discípulos van al sepulcro no encontraron a Jesús vivo, sino que primero vieron “los lienzos puestos allí, y el sudario, que había estado sobre la cabeza de Jesús, no puesto con los lienzos, sino enrollado en un lugar aparte” (Juan 20:6-7). El hecho de haber encontrado la piedra del sepulcro movida ya les produjo extrañeza, pero fueron los pequeños detalles los que continuaron a hacerse presente, tales como la ausencia del cuerpo, los lienzos… y poco a poco, también los relatos de aquellos que lo vieron, lo abrazaron… que comieron con Él.


Y me pongo en el lugar de aquellos hombres y mujeres, los que estuvieran con Jesús y lo acompañaron hasta el momento del juicio, algunos hasta en su muerte en la cruz. La verdad es que cuando ocurre algo insólito en nuestras vidas, nuestra mente racional comienza a hacerse preguntas: ¿Pero esto es posible? ¿cómo? ¿resucitó? ¿pero de qué manera? Y empezamos entonces a aventurar hipótesis más lógicas que puedan justificar, de manera plausible y coherente, los acontecimentos. ¿Será que alguien ha robado el cuerpo? Creo que esta lucha mental puede ocurrir en la cabeza de cada uno de nosotros. Pero otros, como Juan cuando vio el sepulcro vacío y el sudario, responden de otra manera. San Juan escribe que el “vio y creyó”. Parece que Juan, traspasando los límites de la lógica y de la razón, deja su mente y su corazón abiertos para “recibir la extrañeza del momento”, da espacio a la Fe que le hace recordar las palabras de Jesús: “El Hijo del hombre padecerá, morirá, pero al tercer día resucitará” Por eso, las pequeñas señales acaban por hacer un “clic” dentro de él… algo le dice que… Sí, es verdad… Jesús resucitó.

Queridos amigos, como sabéis hace ya casi un año que estoy en Wau, una pequeña ciudad de Sudán del Sur. Mi principal apostolado es mi propio testimonio como médica en un hospital diocesano administrado con la ayuda de los misioneros y misioneras combonianas. Todos sabemos que Sudán del Sur está atravesando momentos de gran tensión debido a los conflictos tribales y, por supuesto, a todos los que aprovechándose de estos enfrentamientos se benefician de las riquezas petrolíferas del país, aumentando aún más las divisiones internas del país. Como consecuencia, un gran porcentaje de la población vive en campos de refugiados y difícilmente tienen acceso a la educación y a un acompañamiento sanitario adecuado. Y los que más sufren, como siempre, son los niños y las mujeres. ¡Cómo me gustaría que vieseis cada uno de estos rostros! Rostros de un futuro que necesita tanto todavía ser acompañado, cuidado, de manera que podamos contar mejores noticias cuando se habla de este país, siempre asociado desgraciadamente a palabras como guerra, conflicto, tensión, muerte, refugiados.



Nuestro querido Papa Francisco, esta Pascua, nos ha dado un poderoso ejemplo, al modo de Jesús, al besar los pies del presidente de Sudán del Sur y otros miembros de la oposición: aquellos que detentan la autoridad son los que deben servir, hasta el punto de lavar y besar los pies de los más pobres, de los más pequeños…no porque lo merezcan, sino porque somos hermanos y hermanas.


Y es este el ejemplo al que me siento llamada a imitar cada día, en cada enfermo que llega a nuestro hospital… Las condiciones no son las ideales… Todavía tenemos grandes dificultades para ofrecer las condiciones que serían deseables para un mejor acompañamiento médico, pero con la ayuda de Dios, vamos caminando cada día para, al menos, disminuir un poco el sufimiento, sin huir de la cruz e intentando siempre mantenernos firmes como María, aquella que nunca abandonó a su Hijo, incluso junto a la Cruz.


Es por eso que la apertura a las pequeñas señales de resurrección es tan importante…porque después de la muerte, “la lógica” del misterio de la Fe que celebramos nos pide que estemos atentos a esas pequeñas y sutiles pistas de vida y que… la Alegría y la conmoción que sentimos cuando las encontramos es…¡Jesús que vive! ¡los pobres viven! ¡Porque nuestro Dios es un Dios de vivos, es el Dios de la Vida en abundancia!

¡Jesús resucitó! Y si todavía no apareció para comer con nosotros…¡abramos la mente ante la extrañeza de las señales! ¡Jesús vive!


Aprovecho también la oportunidad para agradeceros vuestra gran generosidad y el apoyo que dan a las Misioneras Combonianas. Por favor, seguid rezando por todas nosotras, sobre todo por los más pobres y abandonados. Os pido disculpas por andar tan desaparecida, pero sabéis que os tengo en mis oraciones, y también sé que vosotros rezáis por la misión que me han encomendado aquí en Sudán del Sur.

¡Feliz y Santa Pascua!

Hna. Joana, Misionera Comboniana en Sudán del Sur

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