lunes, 15 de enero de 2018

Portadora del Amor


¡Hola amigos y amigas!

Para compartiros mi testimonio vocacional empezaré diciendo que los primeros “culpables“, después de Dios, claro, fueron mis padres, que me transmitieron la fe con mucho cariño y empeño desde pequeña. Mi familia pertenece al Camino Neocatecumenal y fue en el seno de este Camino en que fui descubriendo la riqueza de compartir la fe con una comunidad creyente, me fui acercando a la Palabra de Dios y aprendí a ir aplicándola a mi propia vida. Todo me fue llevando a preguntarme qué quería Dios de mí, pero no fue hasta que conocí a las Misioneras Combonianas, a la edad de 18 años, que no supe lo que era la vocación misionera. Con ellas comencé a participar de los encuentros de jóvenes con la motivación de realizar una experiencia en misión en África. Los encuentros “combojoven” me ayudaron a introducirme en el mundo de la misión. Allí conocí quien era Comboni; su espíritu entusiasta y su inspiración del Plan para la Regeneración del África. Su lema “Salvar África con África” me cautivó, y me ayudó también a vivir con más consciencia y plenitud esa breve estancia en Mozambique con las Misioneras Combonianas.

Esa experiencia fue un antes y un después en mi vida, pues me decidí a volver algún día, pero ya como profesional; descubrí la gratuidad con la que vive la gente sencilla y cómo ven a Dios con ellos en medio de sus dificultades. La fe de estas personas que encontré en Mozambique también me interpeló mucho. Mi vida permaneció sin muchos cambios aparentes, seguí estudiando enfermería, saliendo con chicos y teniendo la vida de cualquier joven de mi edad. Seguí participando de los encuentros de jóvenes en Madrid una vez al mes, no sabía por qué pero me sentía como en casa con ellos y con las Combonianas; y volvía de esos fines de semana llena de entusiasmo por la misión y llena del amor de Dios que transmitían tan naturalmente las hermanas.

         

Al año siguiente tuve la oportunidad de hacer un Erasmus en Irlanda, pero África seguía llamándome con fuerza, de manera que renuncié a ese intercambio por ir a visitar a una hermana que recientemente la habían destinado a Egipto. Permanecí dos meses con ella, en el Cairo y alrededores. Esa experiencia fue más fuerte, si cabe, que la anterior. Fue mi primer contacto con el mundo árabe. Me costó por la barrera del idioma y cultural pero fui descubriendo la belleza de la misión en un país de mayoría islámica. Allí las hermanas sólo podían hablar de Dios con su testimonio de vida, y eso le exigía vivir con mucha autenticidad su fe…¡Pero qué belleza el compartir con otras religiones la amistad y la cercanía! No lograba entender por qué había decidido ir a Egipto pues en ese entonces ni siquiera se pasaba por mi cabeza la posibilidad de ser Misionera Comboniana. De hecho, tuvieron que pasar varios años y miles de acontecimientos para finalmente aceptar el hecho de que la misión ocupaba un lugar privilegiado en mi vida y, que la forma en que sentía que Dios me llamaba a entregarme a ella era… del todo y para siempre.

          

Cuando al fin lo acogí así como lo sentía, sentí una paz muy grande y esa fue la que me impulsó a dar el paso de entrar al postulantado. Ahora estoy en el primer año de noviciado, en Ecuador, y cada día me siento más enamorada de Jesús y de la misión que me encomienda cada día: Ser portadora del amor que Él me dio gratuitamente. ¿Puede haber una ocupación mejor en la vida? Para mí no. Así que sigo en este camino de formación, conociéndole mejor y tratando de acoger lo que venga día a día como lo mejor que Él tiene preparado para mí.
A ti, joven, te digo que escuches sin miedo tu corazón y sigas tus más nobles sueños, ponlos delante del Señor con confianza. El señor siempre guía hacia el camino que lleva a una vida en abundancia y supera todo aquello que un día imaginaste era tu felicidad.

Lucia Fonts Santana

                              

                              

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Related Posts with Thumbnails