jueves, 30 de junio de 2016

El rostro escondido de Cristo




Dijo el Papa Francisco que Jesús quiso la comunidad cristiana “como una familia hospitalaria, una casa donde todos, sin exclusión, fueran acogidos y amados”. Pues es eso lo que voy experimentando en la parroquia de Santa María Micaela, desde que he empezado el postulantado. 

La parroquia me abrió sus puertas permitiéndome ser catequista de un grupo de once niños de tercero de primaria y animando el coro de la misa de las Familias a los domingos. Durante los miércoles del primer cuatrimestre participaba en la formación que el párroco dedica a los catequistas y en el encuentro de catequesis, siendo estos espacios ricos de calor humano, del compartir y de una entrega generosa. Mi grupo de niños representaba bien la población de este barrio: dos hermanos de origen nigeriana, dos gemelas de Latinoamérica y los demás españoles, llenos de energía, empeño en conocer mejor a Jesús y… ¡Mucha curiosidad por la misión! 

 Hace unos meses que estoy visitando a una mujer mayor que vive sola y a veces ella me acompaña a misa dominical, cuando su enfermedad lo permite. Este es un caso entre muchos y que es parte de la realidad de este barrio: mayores que viven en soledad o en enfermedad, y que son el rostro escondido de Cristo. Termino con unas palabras del Papa Francisco y que representan muy bien la vivencia de este apostolado: “si logro ayudar a una sola persona a vivir mejor, eso ya justifica la entrega de mi vida.”




Vera Rocha

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