domingo, 8 de mayo de 2016

La alegría de la esperanza




Los niños siempre han sido para mí una gran alegría. Me gusta jugar, hablar y pasar tiempo con ellos. Mi madre me decía que estaba hablando su lengua, como si fuera el balbuceo de los niños cuando empiezan a hablar, porque según ella, yo los entendía muy bien. Hoy, estoy en una comunidad en la ciudad de Isiro, provincia del este de la RDC. Yo soy la responsable de la juventud y de los niños de mi comunidad. La población de Isiro es muy joven, por lo que los jóvenes son numerosos. 

Desafortunadamente, durante las vacaciones, los jóvenes y los niños pierden el tiempo, porque no hay actividades, excepto las de la Iglesia, que pueden ayudarles a continuar su formación. Entonces, pensé en dar a los jóvenes y los niños, en los meses de julio y agosto, un espacio en el que puedan aprender actividades que les permita ganar algo para su vida y al mismo tiempo fortalecer los valores, como la cooperación, la fraternidad, el respeto, etc. Un pequeño proyecto se propuso al grupo de nuestra parroquia CPJ (Comité de la pastoral juvenil), y fue aceptado con alegría y disponibilidad para trabajar juntos y llevarlos adelante. 

Al principio tuvimos problemas con la misma comprensión del proyecto por los jóvenes, porque era una novedad. Poco a poco se formaron grupos. Las actividades que hemos propuesto y realizado de las 7:30 am a las 11: 30 am, fueron: películas, juegos, concursos, partido, debates, conferencias, concurso de lectura y cultura, cocina, talleres de pintura y diseño, ciencias de la computación y costura. Para estar en comunión, hemos elegido un lema: “Juventud: esperanza del mañana” en lengua local “elenge, elikiaa lóbi”. 

La alegría, el intercambio, la colaboración, etc. las que se fortalecieron entre los jóvenes y conmigo, durante estos dos meses me han permitido resumir mi experiencia cada día con las palabras de San Pablo: “Estamos cansados, ​​pero felices”, porque por un lado aún había mucho por preparar y, por otro lado, mi alegría fue grande cuando vi a los jóvenes que llegaban cada día con gran interés para continuar a formarse, ver también la inquietud de los niños a jugar y la satisfacción de ver un número creciente de niños cada semana. 


Cerramos nuestras actividades con un banquete preparado a partir de ellos, donde compartimos la alegría de haber vivido estos dos meses juntos. Estas actividades de verano me han permitido, al mismo tiempo, conocerlos más a través del diálogo y la cooperación amistosa. Concluyo agradeciendo al Señor por su presencia durante las actividades y, en particular, por la llamada a la vida misionera que me permite hacer visible el Reino de Dios en la tierra. 

 Hermana Amelia Romo Márquez (Sr. Mellis)

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