viernes, 29 de enero de 2016

Una puerta para caminar



El pequeño cuarto donde uno está encerrado empieza a ampliarse cuando se van abriendo las puertas. Pero de poco sirve tener tu cuarto abierto si estás solo, toca abrir la puerta a los demás. No una ventana, desde la que observar como un escaparate, una puerta que permita entrar y salir al encuentro, que permita tocar, oler y ver, estar junto al otro, empatizar.

Frente a esa puerta nos situamos el 23 y 24 de enero en Granada. Qué mejor enclave: Ciudad multicultural, ejemplo de convivencia, puerta a varias y diversas culturas y generaciones.

¿Eres dueño de tu vida, o administrador? ¿Cómo te ves, cómo te asumes? ¿Qué heridas tienes? ¿Cómo proyectas tu sombra? Preguntas complejas, que no se responden en un fin de semana, ni en un año. Ni tal vez las respondas en toda la vida, porque no tienen respuesta absoluta. Pero no por ello hay que dejar de lado nuestro autoconocimiento. Durante la mañana, guiados por el P. Pedro, estuvimos aprendiendo y compartiendo sobre la Historia de nuestra propia vida y sobre las relaciones interpersonales, la llave para abrir la puerta a los demás.

En la tarde, Mari Carmen (LMC) y Vera (postulante comboniana) nos compartieron sus testimonios de cómo viven la misión, sus experiencias y  vivencias. Tras la cena, nos aprovisionamos de palomitas y mantas para ver “El último regalo” (2006), donde un chico aprende a valorar y agradecer diversas facetas de la vida tras ir superando diversas pruebas planteadas en el testamento de su abuelo. ¿Sabemos valorar lo que tenemos? ¿Nos dejamos enseñar? ¿Tenemos una relación sincera con los demás?... Preguntas, más preguntas. Abrir puertas no nos da respuestas, sino que es tan solo el inicio de un largo camino.

El domingo, David (LMC) nos introdujo al tema de la comunidad, formada por las cualidades de cada uno, y por sus defectos. En el mismo corazón conviven las fortalezas y debilidades. Donde la unión de personas tan diferentes da lugar a sinergias capaces de mover el mundo, nuestro mundo.

Para terminar, como siempre, la celebración de la Eucaristía. La comunidad parroquial de Casería de Montijo nos abrió una vez más sus brazos para acogernos en su celebración humilde y sencilla, pero rica y plena, demostrando el valor de la Comunión.

Si algo nos enseña el abrir puertas, es que cada vez quedan más puertas por abrir. ¿Abres la próxima?

Íñigo

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