lunes, 13 de abril de 2015

¡Hágase en mí según tu Palabra!





Querid@s amig@s:

Soy Loreta Beccia, desde hace menos de un mes soy una Hermana Misionera Comboniana. De hecho, el día 15 de Marzo en Quito, Ecuador, he sellado mi alianza “de por vida” con mi Señor que me ha llamado a esta vida misionera comboniana, ad vitam, ad extra y ad gentes. No sé cómo expresaros la profunda alegría de poder haber llegado a este momento. Nunca había pensado que podía experimentar esta paz, este gozo que hoy estoy viviendo, hasta me parece no solo de tocar el cielo con un dedo sino ya de vivir en ello. Es una sensación estupenda por la cual agradezco infinitamente al Señor. Lo agradezco por su fidelidad, por su confianza, por su cuidado en todo este tiempo y de aquí, seguramente hasta la eternidad. 

En todo este camino de discernimiento, formación y maduración nunca me ha dejado sola, ha sido aquel Dios Padre y Madre que me ha guiado con su ternura y su amor ayudándome a abandonarme totalmente a su Voluntad. Comboni diría: “nuestra vida está en las manos de Dios, él haga de ella lo que desea” y es propio esto lo que he ido descubriendo en este camino: mi vida no me pertenece, mi vida está en las manos de Dios y cuanto más he ido entregándosela a él, tanto más mi vida ha ido alcanzando la verdadera felicidad. 

Mi camino vocacional ha sido muy intenso, sellado por cruces pero siempre coloreado de la luz nueva de la resurrección, aquella resurrección que en estos días celebramos; aquel misterio que es fundamento de nuestra fe, aquella realidad que no experimentaremos solo después de nuestra muerte sino que podemos experimentar cada día, cada vez que en la realidad en la que vivimos algo nos habla de vida, de vida abundante para todos, de un Reino de Justicia, Paz, Respeto. Esta es la Resurrección en la cual yo creo, esta es la Resurrección de la que cada día me habla Jesús y en la que quiere que participemos activamente, “ensuciándonos las manos”.

Provengo de un pueblo pequeño en el Sur de Italia, un pueblo donde desde ya casi 100 años hay una presencia misionera comboniana. De aquí en estos años han salido 15 combonianos y 25 combonianas pues, como podéis imaginar es un pueblo que siente fuerte el carisma de este Santo hombre, Daniel Comboni, que logró ver más allá abriendo los confines suyos y los nuestros. Crecí  en una familia normal, muy unida, muy cristiana que desde siempre me enseñó el valor de la libertad, del respeto, del amor a la diversidad. Soy la cuarta de 7 hijos. Hasta la edad de 18 años siempre tuve sueños “normales.  Los míos eran los de casarme, estudiar medicina, vivir en mi bonito pueblo. En cambio el Señor proyectaba otra cosa. 

En el verano del 2005, acabado el bachiller, me invita a salir de mi tierra a una tierra de la que siempre me habían hablado, pero que ni mínimamente pensaba poder conocer directamente. Salí por un mes de experiencia misionera hacia África: Malawi y Zambia. Esta experiencia en una misión comboniana cambió totalmente mi manera de ver el mundo y sobre todo de ver mi vida en este mundo. Empecé a preguntarme que quería el Señor de mi vida pero, al mismo tiempo, dándome cuenta de lo que me estaba pidiendo, no quería escucharlo, me daba miedo. 

Así, casi sin quererle hacer caso, empecé la universidad pero seguía sintiendo dentro de mi algo que no me daba paz. Entonces, contacté con las hermanas misioneras combonianas que conocía y empecé un proceso de discernimiento y orientación vocacional por casi 2 años, hasta acabar la universidad. Después, decidí pedir a la Congregación poder entrar como postulante. 

Empecé el Postulantado en Granada, España. Ésta, para mí, fue la primera gran misión, fue una experiencia inolvidable, una experiencia fuerte que cambió mi manera de ver a Dios y sobre todo de saber reconocer en la gente de allí, la presencia de hermanos/as, muy amadas, propio como yo, del mismo Dios Padre y Madre. Allí trabajé con mujeres analfabetas e inmigrantes, una experiencia única que me enseñó que Dios no se puede encerrar en una religión, o en una idea, sino que es una persona, que Dios se hace persona en cuant@s encuentro en mi camino y en la medida en que los dejo entrar en mi vida entonces dejaré entrar al mismo Dios en mi vida, y Él irá transformándola. Fue una experiencia que transformó totalmente mi vida y que hoy guardo en mi corazón como un tesoro precioso. 



Acabado el tiempo de Postulantado empecé el Noviciado en Milán (Italia). Fue un tiempo en el que atravesé una crisis porque era cada vez más consciente de que necesitaba entrar en lo profundo de mí, para ser totalmente libre y poder entregarme al Señor. Una cosa muy bonita muy bonita pero muy difícil de vivir. Y así, a los 10 meses de Noviciado decidí dejar la Congregación para volver a mi casa e intentar reconciliarme con mi vida y con mi historia. 

Los meses en mi casa fueron para mí el verdadero Noviciado. Fue una experiencia única, fue un reconciliarme profundamente con todo lo que me ponía en crisis. Fue una resurrección después de la cruz… fue un proceso de maduración y un descubrir que,  el Señor de verdad me llamaba a la vida como misionera comboniana. Esto empezó a llenar mi vida, me devolvió aquella pasión inicial que me hizo regresar en la Congregación para acabar la formación, en Milán por otro año y en Ecuador, Quito, el segundo año, en una comunidad internacional (éramos de 7 nacionalidades diferentes) en un lugar concreto de misión, así pude  “poner a prueba” la dimensión misionera, ad gentes y ad extra. Esta para mí fue la experiencia que faltaba para confirmar completamente que sí,  que esta era la vida que me hacía feliz.

A la luz de todo este camino, y de todas estas experiencias que para mí han sido regalo gratuito de Dios, el Señor me ha “desposado con Él” el día 15 de Marzo. Pidiéndome de ser suya, me ha hecho una persona feliz, ha llenado mi vida y ahora en mi tengo un solo deseo: que esta alegría, tranquilidad y esta paz que estoy experimentando, no se queden dentro de mí, sino que exploten y lleguen más allá, a cuantos encuentro en mi caminar. Que mi vida pueda ser concreta expresión de que en mí habita Cristo y es a quien yo quiero comunicar. 

Ha sido un gusto poderos  compartir algo de mi vida, os aseguro mis oraciones pidiéndoos de recordarme en las vuestras. Pidámosle al Señor que nos mantenga fieles a la vocación y misión a la que Él mismo nos llame.

Os recordaré desde mi misión de San Lorenzo, Ecuador, a la que he sido destinada… y pues, allí  os espero para compartir la misión.

Con cariño, 

BUENA PASCUA… de vida llena para todos.

Loreta

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