lunes, 2 de julio de 2012

Virgen de la Liberación



María, Madre de Cristo y Madre de la Iglesia,
al prepararnos para la misión evangelizadora
que nos corresponde proseguir, extender y perfeccionar,
pensamos en ti.

Pero pensamos en ti especialmente
por el modelo perfecto de acción de gracias
que es el himno que cantaste cuando tu prima Isabel,
madre de Juan bautista,
te proclamó la más feliz entre las mujeres.
Tú supiste ir más allá de tu propia felicidad,
y pensaste en la humanidad entera.

Pensaste en todo el mundo. 
Pero adoptaste una clara opción por los más pobres,
como más tarde hizo tu Hijo.

¿Qué hay en ti, en tus palabras, en tu voz,
que anuncias en el Magnificat
la destitución de los poderosos
y la exaltación de los humildes,
la saciedad de los hambrientos
y el vaciamiento de los ricos?
¿Qué hay en ti para que nadie se atreva
a llamarte subversiva o a mirarte con recelo?

¡Préstanos tu voz, canta con nosotros!
¡Pide a tu Hijo que en todos nosotros
se realicen plenamente los designios del Padre!

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