Zambia, y en particular
Lilanda, un suburbio de Lusaka, ha sido la misión, el lugar que Dios me tenía
reservado desde siempre. Trabajé en el “Centro de desarrollo de la mujer Teresa
Grigolini”, un proyecto para chicas jóvenes que ya han sufrido mucho, a pesar
de su juventud. Mi servicio fue ayudarlas a contemplar su vida con esperanza y
a convertirse en mujeres activas para una sociedad mejor, conscientes de la
presencia y el amor de Dios en sus vidas. Este servicio con las jóvenes de
Lilanda me ha enriquecido con un sinfín de experiencias, un tesoro para el
servicio en el que estoy ahora comprometida.
Nosotras, misioneras
combonianas de Zambia, hemos creado una comisión de Justicia y Paz cuyo principal
objetivo es crear conciencia entre nosotras y la gente con la que trabajamos
para que se hagan cargo de su situación y podamos luchar juntos. Intentamos
con todas nuestras fuerzas ayudar a la gente para que ponga palabras a su
situación de injusticia y encuentre estrategias para superarlas.
Muchas de las mujeres con
las que me encuentro son víctimas de la violencia de género y de tráfico
humano, especialmente dentro de nuestras fronteras, donde sus familiares las
explotan sexual o domésticamente. En especial, aquí en Zambia, hemos empezado
un programa de defensa y denuncia del Tráfico de Seres Humanas, formando e
informando a la gente de la magnitud de este problema. Nos hemos asociado con
distintas organizaciones e instituciones: Parroquias, escuelas y asociaciones
en colaboración con organismos como IOM, UNICEF, Cáritas, así como con el
gobierno de Zambia, radio y televisión. Nuestra contribución y las historias de todas esas mujeres se convierten
en testimonios…que se comparten con otros y llegan, incluso, a la ONU.
Por toda esta
experiencia…tengo un sueño.
Sé que aquí en Zambia no
hay suficientes instituciones para la protección de mujeres víctimas de la
violencia de género y el tráfico humano. No hay ningún programa de rescate y
rehabilitación de víctimas. Mi sueño es crear, un día, un centro polivalente
donde las mujeres puedan encontrar un sitio seguro donde quedarse y reciban
asistencia para superar el trauma y reintegrarse en la sociedad.
Este es mi sueño…y estoy
convencida de que Dios sueña conmigo. Y si esto es bueno para las mujeres aquí,
en Zambia, este sueño se hará realidad.
Patrizia Di Clemente, misionera comboniana
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