Al día siguiente de
volver del campo de trabajo de Combojoven en Fundación Escuela de Solidaridad
(FES), Sierra Elvira-Granada, me puse a leer textos que tenía pendientes. Uno
de ellos era el publicado por L. Boff el mes pasado en su blog, una entrada
titulada Está confuso pero yo sueño (en la
entrada original Está confuso mas eu sonho). La
escribía en relación a la situación sociopolítica que vive Brasil, su tierra.
Pero nos vale para cualquier ámbito. Al final rescataba las palabras de Zé
Vicente de Crateús, “Sonho que se sonha só pode ser pura ilusão, mas sonho que
se sonha junto é sinal de solução. Então vamos sonhar companheiros e
companheiras, sonhar ligeiro, sonhar em mutirão”. Me puse a buscar el
significado de mutirão, y encontré
una palabra astur que recoge el mismo concepto, andecha. De
tal manera que estas palabras se pueden traducir como: "Sueño que se sueña solo, puede ser pura
ilusión. Pero el sueño que se sueña juntos es señal de solución. Vamos,
compañeros y compañeras, a soñar ligero, soñar en andecha".
“Desde el punto de vista
jurídico, se puede definir la andecha como la ayuda recíproca, voluntaria y
gratuita que se prestan los vecinos de un pueblo o pueblos limítrofes para
hacer frente a determinados trabajos que son acuciantes, resultan muy
laboriosos o exceden las posibilidades de la familia campesina, a cuyo fin la
casa convoca o ‘llama a andecha’ a las casas vecinas para que envíen, según sus
posibilidades, uno o más representantes.”
Ése espíritu es el que precisamente se respira en FES: Andecha.
Un año más he
tenido la oportunidad de participar de la vida en la Fundación Escuela de
Solidaridad durante una semana. Es una vida diferente, algo que se mueve en
otro plano, ese plano de los sueños imposibles y las utopías inalcanzables.
Mucho podría escribir sobre lo aprendido esta semana, otro tanto sobre la
historia de Ignacio (fundador de este proyecto) siempre tan ejemplificante,
debería tirar de diccionario y metáforas para acercarme a intentar explicar los
valores que desprende ese pequeño lugar a pocos kilómetros de Granada. En
cualquier caso las palabras nunca llegarían a cubrir todo esos sentimientos,
dejo aquí la invitación a ser partícipes de este proyecto. Hoy quiero centrarme
en la andecha, aprovechando esa ilusión que despierta el descubrir una palabra
que es capaz de poner en tinta las ideas desperdigadas en la mente. Es verdad
que la andecha no difiere de la fraternidad y la solidaridad, en el fondo son
conceptos sinónimos. Pero mientras que éstos son conceptos abstractos, de ese
mundo de las ideas, la andecha tiene la fuerza de la materialidad, de aterrizar
en la realidad conceptos tan complejos como son solidaridad y fraternidad.
Aunque siguiendo la filosofía platoniana, el concepto material no deje de ser
limitado por ser simplemente una sombra del concepto ideal.
Durante toda su
trayectoria FES ha acogido bajo su techo a cientos de personas, solas o en
familia, en situación de exclusión y olvido. Ese sueño se ha ido construyendo
en comunidad, con el trabajo de todos los acogidos, quienes pasan varios meses
o años hasta que pueden encontrar una oportunidad de independencia, y quienes
pasan varios días de forma voluntaria. Con el trabajo de todos los que ceden
parte de sus ganancias y materiales para su sostenimiento. Con el trabajo de
Ignacio y Dora para sacar adelante proyectos y mantener unida la familia de
Sierra Elvira. FES se ha soñado en andecha.
Muy interesante es
también el hecho de que “la andecha se ajusta al esquema de la reciprocidad
equilibrada y solo funciona en un contexto de igualdad socioeconómica”. Si
queremos alcanzar ese contexto de igualdad socioeconómica, es decir, un mundo
de justicia y paz, debemos inevitablemente cambiar nuestro modo de vida. De
otro modo nos viciaremos en la ayuda caritativa, y el sueño de la andecha,
ayuda solidaria, quedará lejos. Si queremos soñar en común, no solo debemos
soñar con los que tenemos al lado. Como dice Galeano, siempre hay que tener un
ojo en el microscopio y otro en el telescopio. Estando en un sistema global,
debemos soñar con todos los habitantes de la Tierra. Y como nos recordaría San
Francisco, ese sueño debería abarcar a todos los seres con los que nos une la
hermandad de la Vida, el hermano sol y la hermana luna, el hermano pájaro y la
hermana planta. Si queremos este sueño común donde todos entremos debemos
replantearnos desde los cimientos muchas cuestiones ¿Qué estamos dispuestos a
dar? ¿y recibir? ¿Qué estamos dispuestos a sacrificar? ¿Qué estamos dispuestos
a aceptar y rechazar? ¿Qué sueño queremos perseguir? No hay soluciones
milagrosas que permitan un nivel de vida similar al español para todos los
habitantes de este Planeta. El “sueño americano” ha resultado ser una
pesadilla. El sueño de Jesús de Nazaret, de San Francisco de Asís, de Mandela o
de Martin Luther King, parece ser difícil de aceptar. La pregunta que nos lanza
Mujica es reveladora, ¿Hasta dónde
llega nuestra fraternidad?
Íñigo Vitón García
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